domingo, 3 de enero de 2016

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 42

—«¡Oluuumpio!»

—¿Quieres subir otra vez? —preguntó su madre.

—«¡Í!» —asintió con vehemencia.

No había demasiada gente esperando en la cola, así que el hombre de las entradas hizo un gesto indicando que Nico se quedara donde estaba. Pedro le entregó el billete y regresó junto a Paula.

Cuando la máquina se puso en marcha de nuevo, vió que ella miraba atentamente a su hijo.

—Me parece que le gusta —comentó Paula, orgullosamente.

—Creo que tienes razón.

Pedro apoyó los codos sobre la barandilla, lamentando todavía la broma anterior.

—Vamos. Háblame del lado bueno —dijo despacio.

El columpio dio dos vueltas completas y Paula saludó con la mano a Nico cada vez que pasó ante ellos. Luego respondió a Pedro.

—¿De verdad te interesa?

—Sí. Me interesa.

Paula  vaciló. ¿Qué estaba haciendo? ¿Confiando los secretos de su hijo a un desconocido?

¿Hablando en voz alta de cosas de las que nunca había hablado? Se sentía como un peñasco en precario equilibrio al borde de un precipicio. Sin embargo, de alguna manera, quería acabar lo que había empezado.

Se aclaró la garganta.

—Está bien. Lo bueno... —Miró brevemente a Pedro y se lanzó—. Lo bueno es que Nico está mejorando. A veces no lo parece y a veces soy yo la que no me doy cuenta, pero es cierto: mejora lentamente, pero mejora. El año pasado apenas tenía un vocabulario de unas veinte palabras. Ahora, pasa del centenar e incluso encadena oraciones de cuatro palabras o más. La mayor parte de las ocasiones consigue hacerse entender. Me dice cuándo tiene hambre, cuándo está cansado, lo que le apetece comer. Todo esto es nuevo para él. Lo ha venido haciendo desde los últimos meses.

Inspiró profundamente para no dejarse arrastrar por las emociones.

—Compréndelo... Nico  se esfuerza tanto todos los días... Mientras los otros niños están jugando fuera, él tiene que sentarse en su silla y mirar los libros llenos de dibujos e intentar averiguar qué palabra corresponde con las imágenes. Tarda horas en aprender cosas que otros captan en cuestión de minutos.

Ella se detuvo y lo contempló con actitud casi desafiante.

—Pero ¿sabes?, sigue intentándolo, esforzándose, día tras día, palabra a palabra, concepto a concepto. Y no se queja, no llora, simplemente insiste. Si supieras lo mucho que debe aplicarse para comprender ciertas cosas, lo mucho que se esfuerza en complacer a la gente, lo mucho que desea caer bien a los demás... Y todo, para que los demás no le hagan ni caso...

Sentía un nudo que le atenazaba la garganta y respiró pesadamente, en un intento de mantener la compostura.

—No te imaginas lo lejos que ha llegado. Hace muy poco que lo conoces, pero si supieras dónde empezó y todos los obstáculos que ha conseguido superar, estarías tan orgulloso de él...

A pesar de sus esfuerzos, los ojos se le inundaron de lágrimas.

—Y sabrías lo que yo sé: que Nico tiene mejor corazón y más coraje que cualquier otro niño que yo haya conocido. Sabrías que es el chico más maravilloso que una madre pudiera desear. Sabrías que, a pesar de todo, Nico es lo más estupendo que me ha sucedido en esta vida. ¡Él es el lado bueno de mi vida!

Tras tantos años guardando aquellas palabras, tras tantos años deseando poder decírselas a alguien, todos sus sentimientos, los buenos y los malos, fue un alivio indescriptible poder sacarlo fuera. Se sintió profundamente satisfecha de haberlo hecho y deseó de todo corazón que Pedro pudiera, de alguna manera, entenderlo.

Incapaz de decir nada, él se vio obligado a hacer un esfuerzo para tragar la pelota que se le había formado en la garganta. Haber escuchado a Paula hablar de su hijo de aquel modo, con aquel miedo y con aquel amor, hizo de su gesto algo natural.

Sin decir palabra, le cogió la mano y la tomó entre las suyas. Fue una sensación extraña, como un placer olvidado.

Ella no la retiró y con su mano libre se limpió las lágrimas del rostro. Parecía agotada, pero seguía desafiante y hermosa.

—Eso ha sido lo más bonito que he oído en mi vida —dijo él.

Cuando Nico gritó que quería un tercer viaje en el columpio, Pedro tuvo que soltar a Paula para entregarle otro billete al tipo de la entrada. Al regresar junto a ella, la intensidad del momento se había desvanecido: estaba apoyada con los codos en la barandilla, y él prefirió dejarlo correr. No obstante, de pie a su lado, todavía podía percibir en su mano el duradero contacto de la de ella.

Pasaron otra hora en la feria. Montaron los tres en la noria, apretujados en el mismo asiento, mientras Pedro les mostraba algunos de los lugares que se podían divisar desde aquella altura; y luego, en el pulpo, una cosa que se retorcía, subía y bajaba vertiginosamente y de la que Nico no se quiso apear.

Luego se acercaron a la zona donde estaban los juegos de azar:

«Pinche tres globos con tres dardos y gane un premio.» «Acierte en los cestos y llévese otra cosa.»

Los buhoneros de los puestos llamaban a la gente para que probara, pero Pedro pasó de largo y se dirigió a la zona de tiro. Gastó los primeros balines en averiguar en qué condiciones se hallaba la mira de la escopeta y a continuación empezó a acertar en las dianas. Hizo dieciséis tantos seguidos y cambió los puntos por más balines para tener opción a los mejores premios. Al final, consiguió ganar un oso panda de peluche que era casi tan grande como Nico. El vendedor se lo entregó a regañadientes.

Paula  disfrutó con cada segundo. Era tan gratificante ver a Nico intentando cosas nuevas y pasándolo en grande... Además, una tarde en la feria suponía para ella un cambio bienvenido con respecto al mundo en el que vivía cotidianamente; tanto, que a ratos se había sentido como si no fuera ella misma, como si no se reconociera.

A medida que el crepúsculo avanzaba, las bombillas de colores se fueron encendiendo y, mientras el cielo se iba poniendo más y más oscuro, un cierto frenesí pareció apoderarse de la gente, como si todos supieran que aquella alegría estaba a punto de acabar.

Todo parecía encajar exactamente en el sitio, tal como debía ser, tal como Paula apenas se había atrevido a desear que fuera.

O incluso mejor, si es que eso era posible.

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