lunes, 29 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 61

—Soy tan especial que he permitido que mi mujer pase por un trance dolorosísimo antes que enfrentarme a mis propios miedos —dijo, con la cabeza inclinada.

Ella lo miró sorprendida por lo que acababa de decir.

—No te entiendo, caro, ¿Qué te asusta?

Él echó la cabeza hacia atrás y algo muy poderoso brilló en sus ojos.

—Nunca me llamas así. Usas palabras cariñosas con Fede, pero nunca conmigo.

Ella se sintió andando entre tinieblas, y antes de decir o hacer algo que pudiera molestarlo, decidió preguntarle:

—¿Eso te molesta?

—Sí.

Aquello era algo muy difícil de admitir para un hombre con el temperamento de Pedro.

—Con Fede, es normal porque no significa nada —quiso devolverle a Pedro su sinceridad— Contigo, esas palabras significan demasiado.

—Así que no las dices —dijo él, tomándole la mano.

Ella tragó saliva y se decidió a hablar.

—Para mí, tu nombre es una palabra cariñosa.

Él le beso la palma de la mano. Un ruido en el pasillo anunció la llegada de su almuerzo  y la conversación terminó en ese momento.  Después de comer, Paula bostezó.

—No sé por qué estoy tan cansada. No he corrido una maratón ni nada parecido —él ni siquiera la había dejado andar hasta el coche y la había llevado en una silla de ruedas.

Ella pensaba que, si se hubiera sentido más seguro, la habría llevado en brazos.

—Lo has pasado mal.

—Ahora me siento mucho mejor —intentó calmarlo ella.

Él la miró unos segundos, como si quisiera leerle el pensamiento. Después se levantó y llevó la bandeja al pasillo. Al volverse tenía una expresión tan grave en el rostro, que casi le produjo dolor físico.

No volvió a sentarse, sino que se quedó parado junto a la ventana, agarrando el bastón con fuerza.

—Cuando me casé contigo, no estaba seguro de poder volver a andar.

Ella ya lo sabía. Si hubiera creído completamente en su recuperación, no se habría casado con alguien tan ordinario como ella.

—Pero tú creías en mí y eso era lo que yo necesitaba —cada palabra sonaba como si se la estuviesen arrancando de las entrañas-— No pensaba en si sería lo mejor para tí y me avergüenza reconocerlo.

—Tenías miedo.

Sus hombros se pusieron rígidos pero no lo negó.

—Sí.

—Lo entiendo.

Él se giró con el rostro atormentado.

—¿Sí? ¿Cómo puedes entenderlo cuando a mí me cuesta tanto? Fui egoísta, tesoro. No me preocupé por tú felicidad, sólo por la mía.

Ella sacudió la cabeza al recordar su tierna introducción al sexo.

—No creo que fuera así.

—Tal vez tengas razón. En mi arrogancia pensé que, casarte conmigo y compartir mi cama sería suficiente para tí.

Ella también lo había pensado.

—Acepté sabiendo que era lo único que incluía tu oferta.

—Porque me querías y yo utilicé ese amor para obtener lo que yo quería, lo que necesitaba.

—No se puede utilizar lo que se entrega libremente.

Ella no quería que se ahogara en la culpa. No podrían avanzar si seguían anclados en el pasado.

—¿Lo entregaste libremente?

Ella lo miró a los ojos. No era el momento de ocultar nada.

—Sí.

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