lunes, 22 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 38

Abrió la puerta y encontró todos sus camisones. Eligió uno bordado y sin mangas, pues hacía bastante calor para ser finales de septiembre en Milán.

Ella entró al baño y se tomó su tiempo, esperando que Pedro ya estuviera bajo las mantas cuando ella volviera. Su deseo se cumplió, él estaba sentado apoyado en unos cojines, con el torso desnudo.

Ella se detuvo ante su imagen unos segundos.

—¿Vienes a la cama, cara?

Ella tragó saliva y asintió, incapaz de hablar.

Necesitó de toda su energía y determinación para atravesar la habitación y meterse en la cama por el lado contrario al de él. ¿Qué haría si se acercaba mucho a él durante la noche? ¿Qué pasaría si tenía uno de los sueños sensuales que no la habían abandonado desde la noche de Nueva York? En aquellos sueños, él era el centro de la atención. ¿Qué haría si su cuerpo reaccionaba a las fantasías con él tan cerca? Se había despertado abrazada a una almohada y con su parte más íntima palpitante en más de una ocasión.

Ella se acostó bajo las mantas, rígida por los nervios.

—Pareces una novia del siglo XV esperando ser violada por su despótico marido.

Su cabeza se movió a un lado y le vio sonreír burlón y con los ojos brillantes.

—No estoy acostumbrada a dormir con nadie.

—Ya dejamos claro ese punto en Nueva York.

Ella asintió con la cabeza.

—Creo que también quedó claro que te gustaban mis caricias, ¿no?

Pensó en negarlo, su orgullo se lo suplicaba, pero la sinceridad innata en ella venció.

—Sí.

—Y a pesar de todo te has negado a compartir mi cama desde nuestra noche de bodas.

—Tú dijiste que era un deber. Que no te gustaba —las lágrimas afloraron a sus ojos recordando un momento tan doloroso.

Su mirada se clavó en ella.

—Un hombre puede decir muchas cosas después de verse rechazado por su mujer, ¿no?

—Yo no te rechacé.

¿Cómo podía creer eso? Ella lo deseaba. Desesperadamente. Era obvio.

—Sí lo hiciste.

Recordando cómo se había apartado de él, ella se mordió un labio.

—Tal vez un poco, pero no significaba lo que tú pensaste.

—¿Y cómo debía interpretarlo?

—No como un rechazo definitivo —respondió ella con sinceridad.— Estaba celosa y enfadada.

—¿De qué estabas celosa?

—Me ignoraste durante todo el vuelo y, cuando llegamos, me regañaste por esperarte fuera de la limusina.

Él suspiró con expresión dolida.

—Pensé que no te habías dado cuenta y que no te había importado. Me sentí muy estúpido y por eso te hablé con dureza cuando llegamos.

¿Estaba diciendo la verdad?

—No fue un rechazo definitivo —repitió ella con mayor convicción esta vez.

—Para un hombre, cualquier rechazo sexual es importante, cara mía. ¿No lo sabías?

—No —suspiró ella. Era difícil creer que no se hubiera dado cuenta de lo mucho que lo deseaba, pero por imposible que pareciera, le había hecho daño-. Lo siento.

—¿De verdad, tesoro?

Su corazón se derretía cada vez que la llamaba así. Era mucho más íntimo que cara, y era un trato reservado sólo para ella, o eso creía. Nunca le había oído llamar así a Giuliana ni a nadie más.

—Sí —repitió ella sin aliento.

¿Cómo no iba a quedarse sin respiración, acostada al lado de un hombre tan sexy como Pedro?

—Demuéstramelo.

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