lunes, 8 de febrero de 2016

Una Pasión Prohibida: Capítulo 55

—Puede que creas que me has engañado, tío —dijo Pedro arrugando la boca en una mueca—, pero estabas contándome por qué has viajado todo este tiempo tras Serfontien.

—Mario formaba parte de un grupo secreto que luchaba contra el terrorismo. Decidieron expulsarlo cuando empezaron a sospechar que su trabajo le gustaba tanto que había empezado a pluri emplearse. Por lo que sabemos, es el responsable de los asesinatos de cuatro jóvenes cabecillas pero una cosa es saberlo y otra encontrar las pruebas.

—¿Y quieres que me crea esa basura?

—Tengo una tarjeta de identificación en la parka que te demostrará que soy quien digo ser —dijo Lucas mientras se llevaba la mano a la chaqueta.

—No lo hagas. Aún no me has convencido para que te deje meterte la mano en la chaqueta —dijo Pedro moviendo, amenazante, el piolet—. Las manos donde las tenías. Quiero saber por qué decidiste meterte en mi grupo en vez de en el de Mario. Él nunca dejó pasar la oportunidad de ganar dinero. Me pregunto por qué no te aceptó.

—Cuando llegué al campamento base la primera vez, fui a buscarlo y lo sorprendí vigilando a Delfina  cuando creía que nadie lo veía. Por eso fingí que no me había aceptado y entonces te lo pedí a tí. Podía ser simplemente un pervertido, pero yo sabía por experiencia que Mario nunca haría nada si no iba a conseguir beneficio —Lucas sonrió con amargura—. Y el resto, como se dice, es historia.

Pedro maldijo que el asunto se estuviera enturbiando cada vez más. Si lo que Lucas insinuaba era cierto, los actos de los dos sudafricanos no le olían nada bien.

—¿Eres consciente de que Mario ha disparado a Paula? Eso no es historia. Ha estado a punto de matarla hace unos minutos.

—Bueno, algo debía de estar buscando en esas sacas porque si no, no comprendo por qué tomarse tantas molestias. A juzgar por los comentarios que hizo de ellas, ni siquiera estoy seguro de que le gustasen las mujeres. Pero si ha tratado de disparar a Paula, para mí es una razón más que suficiente para tratar de averiguar su objetivo. Me gusta Paula, tío. Nunca le haría daño.

—Creo que te quedarías atrás para ver cómo otro le hacía daño y conseguir así la prueba que buscabas tan desesperadamente.

Lucas  ya abría la boca para replicar cuando un ruido detrás de Pedro le hizo volver la cabeza, rezando porque Paula no estuviera a punto de entrar en el callejón sin salida. Sonrió al ver la cabeza de Rei aparecer por el borde. Era evidente que el sherpa había estado escuchando.

—La señorita Paula es una buena mujer. Si le tocas un pelo, también tendrás que vértelas conmigo.

—Buen hombre, Rei. Eres justo lo que necesitaba, otro testigo —dijo Pedro y , tan pronto éste se colocó junto a él, pudo librarse de la tensión que había estado acumulando en el pecho—. Vale, Lucas. Ahora puedes sacar tu identificación. Rei la leerá mientras yo te vigilo.

Pedro le echó un vistazo a la tarjeta que le dió Rei y comprobó que la foto correspondía con Lucas Nichols. Decía Servicio Secreto de Sudáfrica pero lo cierto era que Pedro no había oído hablar de tal organización hasta ese momento.

—Cuéntanos el resto. Quieres decir que Mario podría haber ido tras los Martínez pero yo estaba allí y no ví a nadie, ni escuché nada excepto cuando cayeron rodando.

—Utiliza un silenciador. Tú has tenido mucha suerte de haberlo descubierto antes de que disparara. Su camuflaje es el mejor. Debería haberlo sabido, el traje que yo llevo cuesta una fortuna. Pero esta vez seguí sus pasos en la nieve. La última vez seguí a su equipo hacia la pared del Lhotse hasta que me di cuenta de que me había engañado.

—Toma —dijo Pedro entregándole la identificación, que cayó a sus pies en la nieve—. ¿Pero por qué estaba detrás de Delfina y Fernando? No eran sudafricanos ni siquiera habían estado nunca allí, por lo que sé.

«Pero Pablo Rowles sí».

Lucas se agachó a recoger la tarjeta. Su historia podía ser cierta. Pero eso no evitaría que Pedro lo vigilase. Pedro dejó que bajara las manos. Lucas estaba gastando mucha energía y oxígeno cuanto más tiempo hablaba.

—No até los cabos hasta que apareció Paula. Ella no estaba casada, y en cuanto apareció, me dí cuenta de lo que ocurría. Alimentos Chaves. Mario era el jefe de seguridad de la fábrica que tienen en Port Elizabeth —explicó Lucas con tono complacido.

Pedro, sin embargo, estaba furioso. Pensar que habían compartido su comida con aquel hombre y todo el tiempo les había estado ocultando información tan importante…

—Debiste avisarnos. Paula se habría mostrado agradecida de ayudar. Cuando esto salga a la luz, será mejor que tengas cuidado. Tiene amigos en lugares que tú y yo ni sabíamos que existían, y su seguridad significa mucho para muchos de ellos. Probablemente, éste sea el último aviso que recibas.

Aunque no estaba seguro completamente de lo que le acababa de decir, era gratificante sentir que la situación cambiaba drásticamente y Lucas Nichols se mostraba incómodo.

—Puede que estés actuando como un asesino especializado, pero yo diría que ellos son los verdaderos agentes secretos —añadió para fastidiarlo aún más.

—No podía decirte nada, tío. Podría haberme descubierto.

—Bueno, espero que puedas mirar a Paula a la cara cuando bajemos a su encuentro. Si te empuja de la cornisa te lo tendrás bien merecido cuando descubra que podías haber salvado a su hermana —dijo Pedro tomando la mochila de Mario—. Si encuentro algo aquí dentro que pruebe que lo que dices es cierto, se lo entregaré al juez —dijo y a continuación miró a Rei—. Quiero que esperes con Paula en el punto donde empezamos a subir al corredor. Yo los seguiré.

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