lunes, 15 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 13

—Podría llamar a Fede y decirle que compre algo para cenar y que lo traiga aquí —ofreció ella como propuesta de paz.

—Yo le llamaré.

Y eso hizo. Le dio una serie de instrucciones en una explosión de italiano hasta que colgó.

—Le he dicho que te busque una habitación para tí sola.

— Te he oído, pero no será necesario. Sólo me voy a quedar una noche más. Estoy segura de que mi reputación y su virtud serán capaces de superar una prueba tan corta.

Pedro pareció disgustado.

—Yo no he dicho que fueras a atacarlo.

—¿Cómo si no lograría una solterona como yo llevar a un fogoso italiano como tu hermano al altar?

—¿Por qué has dicho que te quedarás sólo una noche más? —dijo él, ignorando sus provocadoras palabras.

—Voy a volver a casa mañana.

—¿Por qué vas a hacer eso? No estoy bien aún. ¿Acaso me ves preparado para irme de aquí? —su voz sonaba como si estuviera a punto de explotar.

Ella no podía imaginar el motivo.

—No necesitas que me quede para agarrarte de la mano. Tienes a Fede y a Giuliana, y a tu prometida no le gusta tenerme merodeando por aquí —no podía olvidarse de aquello.

—No estuviste a mi lado durante cinco días enteros para complacer a Giuliana.

Así pues, él lo sabía. Probablemente había deducido lo mucho que lo quería, lo que le daba un motivo más para marcharse. Su orgullo ya había quedado bastante dañado por los desagradables comentarios de Giuliana.

—Ya estás mejor.

Él alargó la mano y la agarró por la muñeca, tirando de ella hacia la cama. Casi le hacía daño.

—No estoy bien. No puedo andar.

—Pero andarás.

La frustración era evidente en el gesto de sus labios.

—Sí. Tú y yo lo creemos, pero mi hermano y mi prometida tienen dudas sobre ello.

—Sólo tienes que demostrarles que se equivocan.

Él asintió con la cabeza. Su arrogante confianza en su recuperación le agradó.

—No deseo hacerlo solo —aquellas palabras pronunciadas por Pedro la sorprendieron tanto, que no pudo responder —Necesito que creas en mí, cara.

Ella casi se desmayó por la sorpresa que le produjeron sus palabras.

—¿Me necesitas? — preguntó en un murmullo ahogado.

—Quédate —sonaba más como una orden arrogante que como una llamada de auxilio, pero Paula sabía lo que le había costado decirlo y no podía negarse.

—De acuerdo.

Él sonrió y la atrajo hacia sí para darle un beso de agradecimiento, o al menos eso supuso ella que sería, pero Pedro la besó en los labios, no en la mejilla, y en el momento en que sus bocas se encontraron, el resto del mundo dejó de existir para ella.

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