viernes, 12 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 3

-Está haciendo la ronda y vendrá dentro de poco a ver al señor Alfonso. Podrá hablar con él entonces.

Ella asintió con la cabeza y sus ojos volvieron a posarse sobre Pedro, olvidando por completo que el interno también estaba en el pequeño cubículo. Sólo contaba Pedro. Él había llenado su mundo durante tanto tiempo, que la idea de seguir viviendo sin él hacía que el dolor que sintió cuando supo que se había comprometido fuera insignificante en comparación.

-Tienes que despertar, Pedro. Tienes que vivir. Yo no puedo vivir sin tí, ninguno de nosotros, en realidad. Tu madre, tu padre, tu hermano. Todos te necesitamos. Por favor, no nos dejes. No me dejes -incluso se obligó a sí misma a mencionar a Giuliana y su próxima boda-. Pronto estarás casado y tendrás niños, Pedro. Es lo que tú querías... siempre decías que querías tener la casa llena de niños.

En su sueño infantil, ella era la madre de esos niños, pero ahora no le importaba si los hijos eran de Giuliana. Lo único que Paula deseaba era que Pedro viviera. Siguió hablándole, pidiéndole que se despertara, que no abandonara y le repitió una y otra vez lo mucho que lo amaba.

El médico llegó al cabo de un rato. Examinó la historia de Pedro y los monitores electrónicos que lo rodeaban.

-Todos sus signos vitales parecen correctos.

-¿No puede hacer nada para despertarlo? -dijo ella, con la voz rota por las lágrimas.

El doctor sacudió la cabeza.

-Lo siento. Ya hemos probado con estimulantes, pero sin éxito.

Paula apretó la mano inmóvil de Pedro.

-Supongo que tendrá que despertarse él solo entonces. Es tan obstinado como una mula, pero lo hará.

El doctor sonrió y sus ojos azules brillaron por un momento.

-Estoy seguro de ello. En mi opinión, tener a sus familiares cerca es de gran ayuda - había cierto tono de censura en la voz, pero Paula no lo interpretó como si se refiriera a ella.

-Sus padres y su hermano llegarán tan pronto como les sea posible. El vuelo desde Milán es largo, aunque vengan en jet privado.

-Desde luego, pero es un pena que su prometida no encontrara el modo de quedarse.

-¿Giuliana está aquí? ¿En Nueva York?

-Llamamos a la señorita Fabrizio a su hotel. Cuando llegó, se puso histérica al verlo, furiosa con él por arriesgar su vida por una mujer «tan estúpida como para no saber que no tenía que salir sola por la noches» -en esta ocasión el tono de censura era patente.

-Pero, ¿por qué no está ella aquí? -tal vez Giuliana hubiera salido un momento.

-Se quedó una hora o así, pero cuando le dijimos que estaba en coma y que no sabíamos cuando saldría de él, decidió marcharse. Dejó un número de contacto para que la llamáramos «cuando se despertara» -otra vez el tono de censura.

-Debe de estar pasándolo muy mal.

Paula volvió a mirar el cuerpo inmóvil de Pedro, comprendiendo perfectamente que su prometida se derrumbara ante la visión. Ella no podía ni imaginarse abandonándolo, pero estaba claro que cada uno reaccionaba ante el miedo a su manera.

-Ella dormirá bien esta noche. Insistió en que le recetáramos un tranquilizante -añadió el doctor.

Paula  asintió sin pensarlo pues toda su atención estaba de nuevo fija en Pedro. Acarició la piel de su mano con el pulgar.

-Está caliente... se hace difícil creer que no esté simplemente dormido.

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