miércoles, 17 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 22

-Pero... -reunió todo su valor para pronunciar estas palabras- te besé.

-No es así como yo lo recuerdo, tesoro mío.

-Te... te ataqué.

-Te comportaste como una mujer cálida y apasionada enfrentada a la inesperada cercanía física de un hombre que te atrae. No tienes nada de lo que avergonzarte.

-Pero... Giuliana...

-Se ha ido -repitió él, y sus palabras sonaron definitivas.

-¿Quieres decir, para siempre? ¿No le dijiste que no significaba nada? Ella ya sabía que la culpa era mía.

-Ella no desea atarse a un paralítico.

Las palabras golpearon a Paula  como una explosión y se dejó caer sobre las rodillas a los pies de Pedro. Le cogió de las manos y las puso contra su pecho.

-No estás paralítico. Esto es sólo temporal. ¿No se da cuenta? ¿Le has dicho que esta mañana sentías los pies?

-Lo que le he dicho no es asunto tuyo. Ella ha salido de mi vida, acéptalo como lo he hecho yo -dijo con firmeza.

-Yo... -se sentía tan culpable, que no sabía qué decir.

Él giró la cabeza y miró a través de la puerta abierta de su habitación. La maleta al lado de la cama se lo decía todo.

-¿Ibas a marcharte, verdad? -por extraño que fuera, parecía más enfadado que por la marcha de Giuliana.

-Creía que era lo que querías.

-Pues no. ¿No te dije que quería que te quedaras?

-Sí, pero...

-No hay peros que valgan. Te quedas conmigo.

¡Qué arrogancia!

-Yo...

-No volverás a la universidad. Me lo prometiste.

-No podría aunque quisiera. Me han despedido -admitió ella amargamente.

Entonces se dió cuenta de dónde tenía las manos de él y las soltó con la velocidad de un rayo al sentir que volvía a acosarlo. Pedro la agarró posesivamente por la muñeca antes de que pudiera huir del todo y la colocó sobre su regazo, con las piernas colgando sobre sus firmes muslos.

-¿Te despidieron? -preguntó mirándola fijamente.

-Sí, así que soy libre como el viento -intentó sonreír ante sus perspectivas laborales.

Conseguir la plaza de ayudante de profesor universitario había sido una suerte que no pensaba que se volviera a repetir.

-Puedo quedarme contigo tanto tiempo como quieras.

-¿Y Patricia?

El nombre de su madrastra no calmó sus ánimos en absoluto. Pamela había dejado muy claro después de la muerte de su padre que no tenía con ella ningún lazo familiar o afectivo.

-Vendió la casa y casi todo lo que había dentro dos meses después de la muerte de mi padre. Ahora está de crucero por la Costa Azul francesa con uno de los antiguos alumnos de mi padre.

Los ojos de Pedro se oscurecieron.

-¿Vendió tu casa? ¿Dispuso de ese modo de las pertenencias de tu familia? -parecía indignado.

Como italiano que era, le resultaba imposible comprender el desmantelamiento del hogar de la familia y todo lo que representaba. Los Alfonso vivían en la misma casa en Milán desde hacía más de cien años.

-¿Dónde has vivido hasta ahora?

Ella cada vez tenía más dificultades para concentrarse estando sentada sobre él.

-¿Qué? ¡Oh!, en un piso que me dejaba la universidad.

-¿Cuánto tiempo te han dado para mudarte?

Ella torció el gesto.

—Ayer fui a recoger mis cosas. Están en mi coche.

-¿No tienes dónde ir? -parecía que estuviera viviendo bajo un puente.

-No. Me quedaré aquí por ahora, pero ya encontraré algo cuando vuelvas a andar y ya no me necesites como animadora.

-Eso es inaceptable.

Ella sonrió.

-No te preocupes por eso. Soy mayor y puedo cuidar de mí misma. Lo he hecho desde que fui a la universidad. Patricia nunca quiso que volviera a casa, ni siquiera en verano.

-No me sorprende que pasaras las vacaciones con mis padres.

-Tus padres son maravillosos, Pedro.

-Sí, pero tú también eres muy especial.

Sus palabras la hicieron sonreír de nuevo.

-Gracias. Yo también creo que tú eres muy especial.

-¿Te parezco lo suficientemente especial como para casarte conmigo?

Su corazón se detuvo un instante y después volvió a latir a toda velocidad.

—¿Casarme? -repitió ella.

-Tal vez, como Giuliana, no desees atarte a un inútil.

La rabia la invadió al utilizar aquella horrible palabra y le dió un puñetazo en el pecho.

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