sábado, 20 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 26

Paula  se vistió con más cuidado que de costumbre. Dudaba entre un conjunto de falda corta y chaqueta de ante y una falda larga vaquera con una camiseta de manga larga negra. La falda de ante era corta, por encima de las rodillas, y aún con medias se sentía algo incómoda, así que se puso el otro conjunto antes de cepillarse el pelo y ponerse un pasador negro ovalado en la trenza.

Pero su ropa no sería armadura suficiente contra los recuerdos de Pedro haciéndola gritar de placer. Odiaba la idea de verlo, pero no quería ser una cobarde. Tenía que afrontar lo que había pasado el día anterior para poder seguir adelante, aunque cuanto menos se hablara acerca de aquel vergonzoso episodio, mejor, opinaba ella.

Esa vez, cuando llamó a la puerta, esperó a que le dijera que podía entrar. Empujó la puerta, que se parecía más a la suite de Fede que a un habitación de hospital, y vió a Pedro, sentado en su escritorio, vestido con los pantalones cortos y la camiseta ajustada de sus sesiones de fisioterapia.

Estaba concentrado en el ordenador, no en ella, y tuvo tiempo de componerse ante su sexy presencia. No sirvió de mucho porque ella estaba deseando lanzarse de nuevo a sus brazos y suplicarle que le diera más de aquello que le había dado el día anterior. La urgencia la dejó un poco temblorosa, así que se sentó.

—Buenos días, Pedro. Veo que ya estás trabajando.

—Buon giorno, bella. ¿Has dormido bien? —dijo él, girando la silla para ponerse frente a ella.

Toda su compostura pareció desaparecer en un momento.

—Sí —dijo con voz temblorosa.

—Estabas exhausta cuando te dejé —sus miradas se encontraron y ella pudo ver la evidencia de la satisfacción en los ojos de él.

—Te aseguraste de ello.

Su sonrisa era de todo un conquistador.

—No hay duda alguna de que podré satisfacer todas tus necesidades cuando nos casemos, tesoro.

Pedro necesitaba probarse a sí mismo que seguía siendo todo un hombre, y lo había hecho. Por un lado, ella se lamentaba de que la utilizara como forma de terapia para sus frustraciones, pero por otro se alegraba de haber podido devolverle esa parte de su orgullo admitiendo su reacción ante sus caricias.

Además, ella nunca se había cuestionado su nivel de satisfacción si se casaba con él.

—Pero no serás feliz, Pedro. No quieres casarte conmigo.

—Ya dijiste eso ayer, y te probé que estabas equivocada, ¿no?

¿Qué decir? No quería dañar su ego diciéndole que ella había pensado que lo que necesitaba era probarse algo a sí mismo, pero, por otro lado, ¿cómo podía plantearse el matrimonio cuando había estado comprometido con Giuliana hasta la mañana anterior?

—Giuliana volverá, Pedro. Estaba enfadada, pero se dará cuenta de su error y no querrás estar atado a otra mujer cuando eso ocurra.

—Lo de Giuliana ha acabado, ya te lo dije ayer —dijo él con expresión dura.

No le gustaba repetir las cosas.

—Pero...

—No discutas. Tú quieres casarte conmigo.

—¿Quién lo dice? —saltó ella ante tal arrogancia.

—Yo lo digo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario