lunes, 8 de febrero de 2016

Una Pasión Prohibida: Capítulo 51

El cuchillo no constituía prueba suficiente para que Pedro enviara a Lucas Nichols de vuelta, aunque sabía que Paula quería que hiciera algo inmediatamente.

—El problema es que no tenemos nada que confirme que el cuchillo es suyo. ¿Lo has visto utilizarlo alguna vez? Yo no.

Pedro se quitó el gorro y se pasó los dedos por el pelo mientras pensaba.

—Puede que no sea más que una coincidencia. Mucha gente se hizo anoche alguna herida durante la tormenta y hay demasiados escaladores sudafricanos en este campamento. El cuchillo podría haber sido robado.

—No lo había pensado.

—Una cosa —dijo él mostrándose susceptible por no haber sido hecho partícipe del secreto durante tanto tiempo—, ahora que me has dejado leer la carta de Delfina, tengo doble motivo para tener que vigilarte. Si es Lucas, no podrá conseguirlo si tanto nosotros como Rei lo estamos vigilando.

—Gracias, Pedro. Sé que esto no es lo que acordamos y te agradezco mucho tus palabras.

—Esto es mucho más que un contrato y lo sabes muy bien —dijo él y estirando la mano le acarició con los dedos las mejillas y los labios dejando que sus actos hablaran por sí solos. Si no tenía cuidado, todas sus preocupaciones por evitarle el escándalo a Paula se irían al traste—. Nadie te hará daño mientras yo esté cerca. ¿Lo has entendido?

—Entendido. ¿Alguna posibilidad de que duermas aquí conmigo esta noche?

Veía que Paula quería escuchar un «sí» y a él le encantaría poder decirlo, pero si lo hacía se dejaría llevar por sus hormonas y a éstas no les importaba la seguridad. Sólo querían seducirlo para que entrara en el suave y cálido cuerpo de Paula.

—La oferta es muy tentadora pero creo que será más productivo dormir en la misma tienda que Lucas. Cuando estamos solos por la noche siempre acabamos perdiendo el control y por mucho que quisiera dormir contigo, la única forma de cazar a Lucas será vigilándolo por si se levanta a dar un paseo nocturno y siguiéndolo.

—Supongo que no puedo hacer nada más que llamar a Mac y ver si ha conseguido el helicóptero —dijo Paula extendiendo la mano hacia el aparato—. Espero que el piloto esté habituado a estas condiciones. Sigo sin saber si esos aparatos tienen problemas para elevarse con una atmósfera tan delgada.

—¿Cuál es el trabajo de ese Mac?

A Pedro aún le escocía que Paula no le hubiera consultado antes de hablar con ese tipo. Sabía que era una mujer acostumbrada a actuar con independencia. Tal vez haría lo mismo cuando su aventura terminara y ambos continuarían con sus vidas. Cuando se casara con una mujer, él quería que se convirtieran en iguales, compartirtodos los aspectos de sus vidas, no sólo dos personas que viven juntas pero sin saber nada de lo que hace la otra.

—No es algo que tengas que saber. De hecho, olvida que te he dicho su nombre.

—Creía que tal vez podría averiguar algo sobre Lucas. Dile todo lo que sabemos de él para ver qué averigua. En cuanto a los helicópteros, si me hubieras preguntado, te habría dicho que han practicado rescates a más altura.

Pedro se rió al ver el puchero que le hizo Paula. Supuso que lo merecía. Su último comentario había sonado muy superior.

—Bueno, al menos sé que es posible.

—El piloto tendrá que tener en cuenta muchas variables cuando se vuela tan cerca de una montaña. Los cuerpos están justo debajo del pico, así que el viento podría ser un problema. El peso que puede levantar también depende de la temperatura del aire. Los Alouette III tienen motores turbo pero dependen de los motores de cola para maniobrar.

Paula abrió mucho los ojos mientras Pedro le daba todas esas explicaciones. Lo había infravalorado al pensar que sólo sabía escalar montañas.

—Para sobrevolar una zona tan complicada se necesita un piloto experimentado —continuó—. No me gusta pensar que se vaya a utilizar uno que sólo lo hace por el riesgo.

—¿Cuántas veces tendré que pedirte disculpas?

—No es eso lo que quiero. Venga, llama a ese tipo —dijo Pedro, que ya había visto demasiadas muertes en aquella montaña y no quería añadir un piloto a la lista.

Y tampoco quería añadir a Paula. La sola idea le hacía sentir el estómago revuelto. Iba a acabar con una úlcera. Entonces recordó los detalles de la carta de Delfina; a partir de ese momento, toda su atención se centraría en Paula, en mantenerla con vida.

Se quedó mirándola mientras ésta marcaba. Parte de él quería tomarla en sus brazos y protegerla del mundo pero tratar de envolverla en algodones no se podía llamar vida. Había mejorado mucho desde que salieron de Namche Bazaar. Al menos en su técnica escaladora, se veía que había nacido para ello. Podrían haber sido grandes compañeros si no fuera por todo el dinero que ella poseía.

Observó su pelo oscuro, su hermoso y vivaz rostro y empezó a sentir calor en la garganta. Estaba hablando con Mac, pero Pedro no escuchaba realmente. Algo más importante estaba ocurriendo dentro de él. Se acababa de dar cuenta de que si alguien quería hacerle daño a Paula tendría que vérselas con él. En cualquier momento y lugar, la protegería aunque fuera con su propia vida. Y ahora que sabía esto, ¿cómo podría dejarla ir cuando la expedición terminara? Sería algo muy difícil, sobre todo para él, y tendría que aprender a vivir con la situación. Y sin ella.

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