domingo, 14 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 9

Ella tragó saliva, intentando mantener la cabeza alta.

—Dime.

—Eres como una hermana para mí. —Ella ocultó el dolor que le causaban aquellas palabras y permaneció en silencio. —Te preocupas por mi estado de salud y eso es comprensible, pero, cara, no debes apartar a Giuliana de mí.

¿Acaso él pensaba que había apartado a su novia de su lado?

Paula quiso defenderse, pero hacerlo significaría decirle que Giuliana no había querido estar con él cuando había estado tan mal. Ella no podía hacer eso. Le haría demasiado daño y su estado aún era muy débil.

—No quise dejar a Giuliana a un lado.

—No creo que quisieras hacerlo. Eres demasiado buena como para hacer daño a alguien a propósito, pero debes ser más considerada en lo sucesivo, ¿de acuerdo?

Ella asintió con la cabeza, articulando las palabras a duras penas.

—Lo intentaré —prometió ella.

—Giuliana no quiere que vengas a visitarme tan a menudo — continuó Pedro.

— ¿Y qué quieres tú, Pedro?—preguntó ella, casi desesperada.

—Yo quiero que mi prometida sea feliz. Estos son momentos duros para ella y no quiero darle más preocupaciones.

Tampoco era un buen momento para él, pero Pedro nunca se daba cuenta de sus propias necesidades y sólo quería proteger a aquellos a los que amaba.

—Fede me ha dicho que no has querido avisar a tus padres.

—No hay ninguna necesidad de estropearles las vacaciones.

—Tu madre querría estar aquí.

— No quiero que me agobien— el tono de impaciencia de su voz la hizo sonreír.

—Me sorprende que no estés trabajando.

—Fede no ha querido traerme el ordenador portátil y el doctor ordenó que me quitaran el móvil anoche cuando me vio hablando con la oficina de Milán.

—¿Qué hora era? —preguntó ella, bastante segura de saber la respuesta.

—¿Qué hora crees tú? Cuando abre la oficina.

Debían de ser las tres de la mañana. No la sorprendía que el doctor le hubiera quitado el teléfono móvil.

—Se supone que tienes que descansar. ¿Cómo vas a mejorar si no dejas que tu cuerpo se recupere? —dijo ella, moviendo la cabeza de un lado a otro.

—¿Qué opciones tengo? —pregunto él, indicando sus piernas inmóviles debajo de la manta.

Ella avanzó involuntariamente hasta colocarse al lado de la cama y puso su mano al lado de la de él.

—No tienes opciones por ahora, pero te pondrás bien.

Su mirada se cruzó con la de Paula  y le tomó la mano entrelazando los dedos.

—Cara, tu siempre piensas de forma optimista.

Ella afirmó, incapaz de hablar. El calor de su mano era un tormento tan dulce que no quería que las palabras se entrometieran en aquello.

—Yo también. Volveré a andar.

Él dijo esto con tal arrogancia que, ¿cómo podía dejar de creerle?

—¿Cuándo te has limitado a andar, Pedro? —dijo ella con una voz grave que le costó reconocer como suya.

Su mano libre se acercó y la acarició en la mejilla, y un gesto que ella no comprendió le atravesó el rostro. Ella se quedó inmóvil, dejándose invadir por la deliciosa sensación que le producía su tacto. Pronto habría acabado y quería aprovechar cada instante de ello. Él entrecerró los ojos.

—Giuliana cree que estás enamorada de mí, cara.

—Yo... —dijo ella, tragando saliva.

—Le he dicho que eres como una hermana pequeña para mí.

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