domingo, 28 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 52

—Tomás me dijo que ayer diste unos pasos.

Se había ido de compras con Ana y no se había enterado de los progresos de Pedro hasta que Tomás y su mujer fueron a cenar. Paula había hablado con Tomás a solas y, cuando lo mencionó, ignoró delicadamente su sorpresa.

El que Pedro no hubiera compartido sus progresos con ella la dolía y le extrañaba. Ella pensaba que habían avanzado en su relación.

—Sí. ¿Se lo dirás a todo el mundo esta noche en la cena?

Ella pilló el sarcasmo.

—Tus padres y tu hermano están interesados en tus progresos.

Él hizo una mueca.

—Tienes razón, cara. Diles lo que quieras.

Ella no podía evitar pensar si le dolería el procedimiento al que se había sometido el día anterior. Se mordió el labio al ver cómo él se esforzaba cada vez más.

—¿Estás seguro de que debes esforzarte tanto después de lo de ayer?

Su mandíbula se tensó y tardó un momento en responder.

—No necesito una enfermera, Paula.

Rara vez la llamaba por su nombre, y aquella vez no pudo evitar pensar que no era un gesto de intimidad.

—No intento serlo.

—Entonces, ¿por qué estás aquí?

Buena pregunta. Al principio lo había acompañado para animarlo a prestar más atención a su rehabilitación, pero desde que estaban en Italia, se había concentrado en su deseo de andar. Ella seguía asistiendo a las sesiones para pasar tiempo con él, porque el resto del día estaba ocupado con sus negocios. Ella lo veía a la hora de cenar, pero poco más.

La mayoría de las noches ella ya estaba dormida cuando él subía a acostarse, y cuando no, no quería hablar. Le hacía el amor, pero seguía negándose a que ella lo tocara. A ella le gustaba dormir entre sus brazos, pero se sentía rechazada cuando él no la dejaba tocarlo.

Aún no había logrado reunir el valor suficiente para hablar con Tomás, sentía que era una traición a la intimidad de Pedro.

—Creía que te gustaba tenerme aquí —replicó ella en voz baja—Pero te dejaré para que sigas entrenando.

Ella se volvió para marcharse.

—Paula.

—¿Necesitas algo? -preguntó sin mirarlo.

Se hizo silencio.

—Me gusta que me acompañes.

Pedro era demasiado educado como para decirle que le dejara tranquilo. Probablemente llevara días deseándolo, así que no le creyó. Ella intentó parecer despreocupada y dijo:

—Buscaré a Ana y le preguntaré si hay algo que quiere que haga —al menos a su madre le encantaba introducir a Paula en la vida social y el trabajo voluntario siempre que podía.

—Cara.

—¿Qué? —tal vez se había equivocado y quería que se quedase.

—¿Te has tomado la temperatura esta mañana?

La pregunta le cayó encima como un jarro de agua fría. Lo único que parecía interesarle a Pedro de ella era su vientre.

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