domingo, 21 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 30

—Mamá se pondrá furiosa con esto de que se casen en el Registro Civil.

Fede  dijo esto mientras les hacían pasar ante el juez de paz para que se celebrase la corta ceremonia civil tres días después de que Pedro le pidiera matrimonio a Paula.  Pedro giró la cabeza y contestó:

—Lo superará.

—Lo más probable es que insista en una boda por la iglesia con todos los detalles de una boda tradicional —replicó Fede, bromeando.

—No me opondré, pero todo eso tendrá que esperar hasta que pueda andar hasta el altar — dijo Pedro, encogiéndose de hombros.

La insistencia de Pedro en una boda por lo civil empezaba a tener algún sentido. Paula había pensado que veía su boda de forma tan pragmática, que no quería pasar por las molestias de una boda tradicional. Además seguramente no habría querido que sus familiares y amigos lo vieran en su actual estado. Aquello también la llevaba a pensar que Pedro sólo se había casado con ella por las circunstancias.  Pedro no la quería.

Mientras repetía las cortas frases de rigor, no pudo mirar a Pedro a los ojos y mantuvo la mirada baja, centrada en el ramito de rosas blancas que Pedro le había dado. Sin embargo, cuando llegó su turno, Pedro, levantándole la barbilla, le habló a ella, prometiéndole fidelidad y respeto con un tono de voz que no dejaba lugar a dudas acerca de su sinceridad. No pudo evitar sentirse conmovida.

El juez dió permiso a Pedro para besarla y así lo hizo, atrayéndola hacia sí. Sus cabezas estaban casi a la misma altura, porque Pedro estaba sentado en la silla de ruedas. El beso fue dulce y suave, y ella se sintió deseosa de más y reconfortada a la vez.

—Congratulación, fratello —Fede abrazó a su hermano y lo besó en las mejillas según la tradición italiana. Después se giró a Paula, la levantó del suelo y la abrazó.— ¡Bienvenida a la familia, hermanita!

Paula rió y, a pesar de su preocupación, lo abrazó sin reticencias.

—¡Grazie!

Fede  volvió a dejarla en el suelo. Ella sonrió a Pedro y la desconcertó la dureza de su expresión.

Llegaron a Milán a altas horas de la madrugada y Paula atravesó los controles aduaneros medio dormida hasta llegar a la limusina que los estaba esperando. Había dormido muy poco los días anteriores y le costaba mantener los ojos abiertos. Pedro y Federico se sentaron en el asiento frente a ella, y ella dedujo que había algo raro en aquello.

Ella estaba casada, pero no se sentía como tal. Era todo tan irreal... Pedro la había tratado más o menos como a un mueble más desde la boda. No había esperado que la colmara de atenciones en el jet privado de los Alfonso, al fin y al cabo había más gente presente. Fede volaba de vuelta con ellos, así como el personal encargado de su seguridad y el secretario personal de Pedro, que había estado en Nueva York la pasada semana trabajando con él.

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