domingo, 21 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 34

El terapeuta se volvió hacia ella.

—Hola, usted debe de ser la señora Alfonso. Soy Tomás Silva. Pedro me ha contado que son recién casados. Enhorabuena.

—Gracias, doctor Silva. No sabía que fuera usted inglés.

—Soy canadiense y, por favor, llámeme Tom. Un colega mío de Nueva York me recomendó a su marido.

Ella se sintió algo idiota por no haber reconocido el acento. Su única excusa era que le había sorprendido que el terapeuta no fuera italiano.

—Espero que el cambiar de ciudad por una temporada no le suponga demasiados problemas.

Tomás rió de un modo que le recordó a la risa de su padre cuando su madre aún estaba viva.

—Mi mujer me habría matado si hubiera rechazado esta oportunidad de trabajar en Milán con todos los gastos pagados. Ahora mismo está comprando zapatos.

Paula sonrió ante la amabilidad de aquel hombre.

—Tiene que traerla a cenar cuando vuelvan los padres de Pedro. Les encantará conocerla.

—Gracias, lo haré.

Mientras hablaban, Tomás no cesó de ejercitar la pierna de Pedro. Entonces la apoyó sobre la camilla para comprobar su sensibilidad. Pedro no sólo confirmó la sensación en los dedos y en los pies, sino que pudo mover su pie derecho y hacer un movimiento de rotación.

Paula corrió a su lado y lo tomó del brazo.

—No me habías dicho que hubieras avanzado tanto.

—Es muy poquito, cara, no hay que ponerse tan nervioso.

Ella lo miró, incapaz de creer su frialdad.

—¿Estás de broma? Me he quedado extasiada viéndote mover el pie... ¡eso es motivo suficiente para hacer una fiesta!

—¿Tú crees, tesoro?

Entonces ella recordó lo que había ocurrido cuando ella le felicitó por su primer logro.

Ella había saltado sobre él y se habían besado. Lo miró a los labios y vió que estos se curvaban en una sonrisa burlona, pero ella sólo quería besarlo.

—Me parece que las fiestas de auto complacencia tendrán que esperar, ¿no?

Su tono burlón la hizo volver al presente bruscamente. Él no la quería, pensaba en besarla como en un deber, no como en la forma ideal de celebrar algo.

Ella se apartó de los dos hombres con la cara encendida e hizo como que estaba interesada en las barras paralelas y los otros aparatos. El comentario la había avergonzado y le había recordado lo poca mujer que era para él.

—¿Cuándo cree que Pedro podrá empezar a utilizar las barras? —preguntó a Tomás.

—Es difícil de decir. Cada paciente tiene unos tiempos de evolución distintos, pero su marido tiene una determinación muy firme y una mujer, y ese es un buen incentivo para recuperarse lo antes posible. Tal vez podríamos verle usándolas en unos siete días.

Ella se giró al oír tan buenas noticias, pero la fría voz de Pedro la detuvo.

—¿Soy un hombre, no? No soy un niño que necesite que hablen por él.

Su ego masculino estaba realmente dañado.

Paula no estaba segura de cómo calmar el enfado de Pedro, pero Tomás sonrió.

—Hablar de los pacientes como si ellos no estuvieran delante es un mal hábito que a veces tenemos los médicos. Gracias por recordárnoslo. ¿Qué te parece el plazo de siete días para empezar a usar las barras paralelas?

—Puede hacerse —replicó Pedro con una confianza que complació a Paula.

La confianza pareció ser certera y, poco a poco, él fue recuperando la sensibilidad en las piernas. Pedro se obligaba a sí mismo a trabajar sin descanso, haciendo más sesiones de fisioterapia que en el hospital. Paula asistía a las sesiones con él, pero parecía que él cada vez necesitara menos su apoyo.

Era como si algo dentro de él hubiera cambiado, e incluso dejó a un lado el Banco y las Empresas Alfonso para centrarse en volver a andar.

—Sigo sin sentir nada más arriba de las rodillas —dijo a Tomás unos pocos días después.— ¿Cómo voy a usar las barras si sólo la mitad de mis piernas funciona?

Tomás sonrió mientras ayudaba a Pedro a moverse desde el aparato de levantamiento de pesas hasta su asiento.

—Lo estás haciendo muy bien. Estarás usando las barras muy pronto.

—Han pasado seis días y mañana será el séptimo.

—Casi lo has conseguido —dijo Tomás con una despreocupación que Paula envidiaba.

Ella habría deseado poder responder con tanta tranquilidad a Pedro, pero no podía.

Tomás prometió llegar pronto a la mañana siguiente.

—Es fácil para él quitarle importancia. No es él quien está sentado como un inútil en una silla de ruedas —la frustración en la voz de Pedro no la sorprendió, pero sí que no la ocultara. Se había mostrado muy estoico desde la vuelta a Italia, y también muy distante.

Ella le pasó una toalla para que se secara el sudor de la frente. Había estado trabajando la musculatura de la parte superior del cuerpo y sus músculos estaban hinchados por el ejercicio.

—Sólo un tonto te llamaría inútil, Pedro.

—¿Y qué soy entonces? Mi mujer duerme en otra cama y mis negocios deben gobernarse solos puesto que yo no consigo que mi cuerpo funcione como es debido.

3 comentarios:

  1. Muy buena la maratón, ojalá Pedro se enamore pronto de Pau

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  2. Que reaccione Pau y le demuestre sus sentimientos!!!

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  3. Si Pedro fuera más claro con ella... si pudieran hablar de lo que les pasa! Muy buenos capítulos!

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