sábado, 20 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 24

Mientras sus manos seguían atormentando su pecho, sus labios hacían estragos en su nuca.

-Qué dulce sabes, tesoro mío -y quiso saborear cada centímetro de sus labios.

Cuando el jersey de cuello alto pareció interponerse en su camino, le dijo que se lo quitara.

-¿Qué? -los ojos de Paula se abrieron como platos, confundida.

Pero él no respondió. Un minuto después, ya le estaba subiendo el jersey por encima del torso. Su piel se encogía donde él la tocaba, pero ella no se dio cuenta del torbellino de pasión en que había entrado hasta que vio el jersey rojo y su sujetador sobre la alfombra. Estaba totalmente desnuda de cintura para arriba, descubierta ante la sensual mirada de Pedro. Sus ojos estaban fijos en sus pechos desnudos. Sus manos corrieron a tapar la vulnerabilidad de sus curvas.

-No deberías mirarme así.

Él no retiró la mirada ni un ápice, sino que delicadamente la tomó de las muñecas, rozando la piel de sus pechos.

-Déjame que te vea -dijo él.

-Pero...

—Quieres que te vea —aquello resultó demasiado arrogante.

-No.

-Sí, cara mía. Te excita que te mire, que vea lo que a otros les ocultas.

Ella agitó la cabeza, negándolo, pero en realidad, tenía razón. Ella estaba muy impactada por su mirada y dejó que le apartara las manos de los pechos.

Ella nunca había hecho topless; la palidez de su piel contrastaba con el toque rosado y excitado que coronaba sus pechos. Él alargó un dedo y rozó el pezón endurecido de un pecho.

—Bella... -dijo esto con tal reverencia, que ella sintió que sus ojos se humedecían de nuevo-. Bella mía.  Añadió esto con tono posesivo mientras la abrazaba fuertemente.

Ella tembló. Sus manos empezaron a moldearla suavemente, acariciándola, pellizcando suavemente con tal maestría, que ella evitó pensar cómo habría aprendido aquello.

Ella lo miraba fascinada mientras bajaba la cabeza; sus labios se cerraron sobre su pezón y al ver sus labios contra su piel, ella creyó que ardería de excitación.

Todo se volvió borroso. La sensación era eléctrica y, cuando empezó a pellizcarla y a jugar con la lengua, las pequeñas descargas de placer se hicieron tan insoportables, que ella cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y empezó a suplicar:

-¡Por favor, Pedro, por favor!

Ella no sabía qué estaba pidiendo, pero sabía que necesitaba algo. Su cuerpo parecía estar en llamas y era incapaz de concentrarse después de haber soñado con ese momento durante tanto tiempo, por fin sus fantasías se habían hecho realidad. Sólo había amado a aquel hombre en toda su vida.

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