lunes, 29 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 59

Sus palabras no dejaban lugar a dudas. Ella quería un hijo y se preparó para pelear, pero de repente todo se volvió borroso y su cabeza empezó a dar vueltas y vueltas... Cuando las piernas le fallaron, intentó agarrarse a Pedro.

Se despertó en una cama con los gritos de Pedro. Estaba echándole la culpa al médico de todo, desde sus dolores hasta el estado de la economía mundial. O al menos eso creía oír.

—¿Pedro? —la palabra sonó como un susurro, pero él se volvió al instante, centrando toda su atención sobre ella.

—¿Cómo estás? ¿Aún sientes dolor?

—Sólo un poco. Estoy algo mareada.

—Le he dicho a su marido que probablemente sea por estar en ayunas. Le daremos un vaso de zumo para aumentar su nivel de azúcar antes de que se vaya a casa —la calma habitual del doctor parecía ahora un poco forzada.

Ella asintió, pero Pedro no pareció tan contento con la explicación.

—Si es eso, deberían haberle dado algo antes de decirle que se vistiera. ¿Qué habría pasado si hubiera estado sola? Podría haberse hecho daño al caer al suelo —su voz se elevaba con cada palabra. Estaba gritando de nuevo.

Ella hizo un gesto y se llevó la mano a la sien.

—Lo siento, tesoro. Un marido fuera de control no es lo que necesitas ahora, ¿verdad?

—¿Me sostuviste?—preguntó ella.

—Sí. Por un momento dudé si podría mantenernos en pie a los dos, pero eres tan pequeñita, cara mia. Pude colocarte de nuevo en la cama.

Una enfermera llevó un vaso de zumo de manzana que Pedro tomó de sus manos. La mirada que le lanzó la hizo salir sin decir nada. Colocó un brazo alrededor de Paula y la ayudó a incorporarse y a llevarse el vaso a los labios. Ella bebió y le dijo:

—Serás un padre maravilloso.

Él sacudió la cabeza y dijo, muy serio:

—No si para ello es necesario repetir lo que te han hecho hoy.

¿Y si ella no podía quedarse embarazada? ¿Seguiría queriéndola a su lado? La duda la aterraba.

Pedro  insistió en que se fuera a la cama tan pronto como llegaron a casa. Ella sabía que tenía que pasar el resto del día en posición horizontal para aumentar las opciones de concebir, pero había pensado quedarse en el sofá de la sala de estar.

—Pero no quiero quedarme en la cama. Puedo quedarme tumbada en la sala — mientras discutía con Pedro, éste la ayudaba a ponerse el camisón.

—Estás dolorida. Necesitas descansar.

—¡No quiero! —dijo ella apretando los dientes.

Él sonrió, la primera expresión de felicidad en toda la mañana.

—Pareces una niña protestona.

—No creas que puedes tratarme como si lo fuera. Quiero estar abajo y no aburrirme aquí sola.

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