miércoles, 24 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 43

¿Qué había hecho?

Había dejado a Pedro amarla. Eso era lo que había pasado, y el dolor tan íntimo que experimentaba entre las piernas era la prueba de ello. Pensando en cómo la había tocado sintió una oleada de calor y su mirada se dirigió irresistiblemente hacia él.

Su cara estaba relajada por el sueño, parecía más joven y menos intimidante, pero ni siquiera dormido se le quitaba el gesto arrogante de la boca. Su pelo estaba revuelto y una sombra cubría su mandíbula. Verlo así le pareció muy especial, tan privado como lo que habían compartido la noche anterior.

Pero realmente no lo habían compartido. Él no había querido que ella lo tocara. ¿Por qué? Incapaz de contenerse, alargó la mano para apartar un mechón rebelde que le caía sobre la frente. Ante su insistencia, no lo había acariciado la noche anterior, pero ahora, al ver que no se despertaba, dejó que sus dedos recorrieran su pecho, como había deseado hacerlo la noche anterior.

Su pelo era suave y brillante y jugueteó con él. A modo de tentativa presionó un poco con el dedo sobre su piel para comprobar la fuerza de sus músculos. Era demasiado bello. Sabía que, si él oía que le describían así, quedaría tremendamente ofendido, pero para ella él era el epítome de la belleza masculina: fuerza, virilidad, dureza y altura.

Era mucho más alto que ella y tumbados como estaban, eso quedaba aún más claro. Él se estiró y ella retiró la mano a toda prisa, temerosa de que la encontrase mirando y tocándolo como si fuera un juguete nuevo.

Él volvió a quedarse inmóvil y ella suspiró aliviada, ¿le molestaría que le despertara con sus caricias? Ella habría deseado saber más acerca de los hombres y lo que les hacía reaccionar. Pedro era el único hombre que la había interesado nunca, pero era incomprensible para ella como un libro en chino.

Pero le había dejado saber algo de él: le había dicho que se había enfadado porque se creía ignorado y le había dicho que tocarla no era un deber. Estaba bien para ser el principio.

Y había dejado bien claro que quería que siguieran casados. Entonces comprendió el significado de sus últimas palabras la noche anterior. Pedro había consumado su matrimonio, ella ya no era virgen y eso impedía obtener la nulidad. Lo había hecho a propósito... pero ella no podía enfadarse por eso, porque sus actos le habían demostrado que deseaba que siguieran juntos.

Ella sonrió pensando eso y el brazo de Pedro  se movió. Estaba despertando. Él abrió los ojos y su luz miel la atrapó como un imán cuando la miró.

—Buon giorno —su voz sonaba aún adormilada.

Ella era ahora más consciente de que su mano seguía sobre su pecho.

—Buenos días —respondió ella, casi con frialdad.

—¿Estás bien? —él necesitaba asegurarse de que todo iba bien.

—Sí —respondió ella que, algo violenta por aquella intimidad, intentó moverse hacia un lado sin éxito—. Tenemos que levantarnos. La sesión de fisioterapia empieza dentro de menos de una hora.

Ahora que estaba despierto, ella pensaba que, aunque quisiera seguir casado con ella, al no quererla, la imagen no podía ser perfecta.

—¿Qué pasa, cara? ¿Estás dolorida?— preguntó él, en lo que ella consideró una falta de tacto.

Ella se preguntó qué harían otras mujeres en la primera mañana después de hacerlo.

—Un poco.

Él le levantó la barbilla y la obligó a mirarlo.

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