miércoles, 17 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 21

Gimió y enterró la cabeza en la almohada, pero eso no ayudó demasiado. Se había comportado como una completa idiota. El teléfono sonó, pero lo ignoró para dejarse caer más en su depresión. Probablemente serían las limpiadoras o algo así. O tal vez los médicos de Pedro. Maldición. Se obligó a levantarse y a alargar la mano hacia el teléfono justo en el momento en que dejó de sonar. No le daba pena haber perdido la llamada, realmente no quería hablar con nadie en ese momento.

Al pensar que podían ser los médicos, otros pensamientos vinieron a hundirla aún más.

Si ella se iba, ¿quién iba a ocuparse de la rehabilitación de Pedro?  El fisioterapeuta, por más fuerte que fuese, se sentía intimidado por Pedro e incluso Fede evitaba llevarle la contraria a su hermano en aquellos momentos. Había sido él quien había accedido a instalar la línea de internet en la habitación del hospital.

Pedro no tendría a nadie a su lado que se preocupase por canalizar sus energías hacia su recuperación en lugar de hacia sus negocios.

Las lágrimas le ardían en los ojos. Había sido una tonta y por ello Pedro tendría que sufrir. No era tan arrogante como para creer que Pedro la necesitara a ella, pero... necesitaba a alguien que estuviese con él, y desde luego Giuliana no iba a hacerlo. Era demasiado egocéntrica como para preocuparse por los demás.

Paula se acurrucó en posición fetal y se concentró en dejar de llorar. Perdió la noción del tiempo que pasó en esa postura, pero en un momento dado se levantó y empezó a recoger sus cosas. El ruido de la puerta abriéndose la alertó de la vuelta de Fede. No esperaba que volviera de la reunión hasta el día siguiente, pero en algún momento tenía que enfrentarse a él y contarle todo acerca del ultimátum de Giuliana.

Salió a la salita de la suite y se detuvo en seco, frotándose los ojos para asegurarse de que no le estaban jugando una mala pasada.

-¿Por qué no respondiste al teléfono? -preguntó Pedro, furioso.

-No sabía que fueras tú -dijo ella, tontamente.

Allí estaba él, en la suite. Aparte de la silla de ruedas, se parecía mucho a aquel fuerte hombre de negocios italiano. Su pelo brillaba y su traje de Armani le estaba perfecto.

-Huiste -dijo él, casi intimidándola.

-Pensé que querías que me fuese -desde luego, su prometida quería-. ¿Dónde está Giuliana?

-Se ha ido -dijo él, sin expresión en el rostro.

-¿Por mi culpa? -preguntó ella, afectadísima porque su atrevido comportamiento hubiera hecho a Pedro perder a la mujer a la que amaba.

-Porque no permito que nadie me diga quiénes deben ser mis amigos.

Paula se mordió el labio hasta que notó el sabor de la sangre.

—Siento haber saltado sobre tí de esa manera.

-Estabas contenta por las buenas noticias, igual que yo.

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