miércoles, 17 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 20

Paula apartó sus labios de los de Pedro y rodó a un lado cuando él la soltó.

Saltó de la cama y se alisó la falda corta de tablas que llevaba, roja de vergüenza como el jersey de cuello alto que llevaba.

—¡Sucia zorra! -le gritó Giuliana mientras Pedro se incorporaba.

Pedro  le gritó algo en italiano, pero Paula estaba tan ofuscada, que no entendió nada más que un comentario acerca de que no la esperaba tan pronto de vuelta en Nueva York. El resto de sus palabras hizo que Giuliana reculase como un marinero borracho y que mirara a Paula con evidente odio.

Giuliana se abalanzó sobre la cama, taconeando fuertemente hasta llegar a ella.

-¡Es obvio! ¡No toleraré este tipo de comportamiento, Pedro! ¿Me oyes?

Paula pensó que todo el personal médico debía haberla oído para entonces, pero no dijo nada.

Justo antes de llegar a la cama, Giuliana se volvió y se encaró con Paula.

-¿Crees que no me doy cuenta de lo que esta pasando? No soy tan tonta como para creer que fuera Pedro quien empezara esto. Es evidente que te has lanzado sobre él en un intento desesperado de hacerte nota como mujer para un hombre como Pedro, incluso paralítico.

Cada una de las palabras hirieron el vulnerable corazón de Paula. Sabía que no era el tipo de Pedro, nunca lo había sido. Se sintió culpable sabiendo que Giuliana tenía razón: había sido ella quien se había lanzado sobre Pedro, besándolo cuando él solo le  estaba dando buenas noticias.

Por supuesto, nada de eso explicaba que él la hubiera besado después, pero para un hombre tan machista como Pedro, esa podía ser una reacción automática.

Abrió la boca para  pronunciar una disculpa,  pero Giuliana se giró y se dirigió a Pedro.


-O mandas a esa niñita a la calle o me voy para siempre.


Paula se quedó helada. Con esas opciones, ya sabía cuál sería su elección. Ya había pasado antes, cuando Giuliana se aseguró de que Pedro no tuviera contacto con ella hasta el punto de no dejarle ir al funeral de su padre.


—¿Y bien, Pedro? -dijo Giuliana, arrugando los labios mientras lágrimas de cocodrilo afloraban a sus ojos.


—Ya sabes mi respuesta -replicó Pedro.


Aquellas fueron las últimas palabras que Paula escuchó antes de salir corriendo de la habitación tan rápidamente como sus temblorosas piernas pudieron llevarla. Las mejillas le ardían por las lágrimas, éstas muy reales, y aunque creyó oír que Pedro la llamaba, desechó la idea por fantasiosa.


Él ya había hecho su elección. Aunque desde el día anterior no tenía ningún lugar al que ir, eso no le dolía ni la mitad que el modo en que Giuliana había conseguido apartarla definitivamente de la vida de Pedro.



Paula se dejó caer sobre la cama de su habitación, aliviada de que Fede estuviera en una reunión de negocios en Roma, asistiendo en nombre de Pedro. Así podría recoger sus cosas y llorar en privado.

Se sentía como cuando murió su padre: sola, perdida y dolida. Y ahora también humillada. El recuerdo de su vergonzosa reacción con Pedro la mortificaba. ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Pedro probablemente pensaría que era una virgen ninfómana.

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