domingo, 14 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 7

—Me puse tan nerviosa cuando saliste del coma que olvidé llamarla —dijo, separando su mano de la de él—. Lo haré ahora mismo.

—Dile que venga por la mañana —dijo él con los ojos cerrados—. Seré más yo mismo entonces.

—De acuerdo —dijo ella dirigiéndose a la puerta—. Duerme bien, caro.

Aquellos apelativos cariñosos eran muy comunes entre ellos, pero ella los pronunciaba con una emoción especial que esperaba que él no notara. Pedro no respondió.

Pedro esperaba impacientemente la llegada de Giuliana. Fede y Paula habían acudido a verlo por la mañana y se habían quedado con él hasta que se había sentido cansado.

Paula parecía agotada y más delgada de lo que recordaba. Se preguntó si su trabajo de profesora le exigiría demasiado. Tendría que hablar con su madre de ello.

Pero aún agotada, Paula exudaba una sensualidad que nunca había sido capaz de ignorar por completo. Por momentos se sentía culpable porque su cuerpo reaccionaba ante ella, aunque en su mente la considerara más una hermana que una mujer deseable.

A pesar de las reacciones de su cuerpo, nunca se había planteado nada con ella. No se acostaba con vírgenes y, hasta hacía poco tiempo, no se había planteado el matrimonio.

Aquellas malditas piernas seguían sin querer moverse y los médicos no podían decirle si la parálisis sería o no permanente. Paula estaba convencida de que sería temporal y así se lo había dicho una y otra vez por la mañana. Era tan dulce, que se preguntaba cómo no estaría casada aún, aunque era cierto que las chicas americanas se casaban más tarde que las italianas... Era una pena que Fede no la tuviera en cuenta como esposa, porque a Pedro no le hubiera importado tenerla en la familia.

Y entonces una oleada de algo oscuro e inexplicable lo invadió al imaginar a Fede y Puala andando juntos hacia el altar. Intentó convencerse a sí mismo de que el motivo era que no estaba seguro de poder andar junto a Giuliana hacia el altar cuando llegase el momento. Podía ser que aún estuviera en silla de ruedas, pero la idea de ver a Paula casada le había resultado desagradable.

¿Era acaso un egoísta que no podía soportar la imagen de perder la inocente adoración que ella le profesaba? Se sentía mal.

—¡Caro! ¡No pongas esa cara! Asustarás a las enfermeras y entonces, ¿quién te traerá la cena? —una carcajada acompañó la entrada de Giuliana en la habitación.

Él admiró la entrada de su bella prometida en la habitación. Cualquier hombre se sentiría orgulloso de tener a Giuliana a su lado, pero ella le pertenecía a él.

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