domingo, 21 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 32

—¿Dónde está la diferencia? —ella se refería a que, si no la quería o la deseaba especialmente, tampoco debía importarle dónde dormía.

Él se echó hacia atrás como si ella lo hubiera golpeado.

—De hecho, no hay diferencia,  cara, ya que no puedo realizar el ritual tradicional de la noche de bodas y está claro que la idea de compartir mi cama no te atrae lo más mínimo.

—No es eso lo que...

—No importa —dijo él interrumpiéndola—. Me parece bien que no esperes de mí que cumpla con mis deberes como marido. La verdad es que no son muy atrayentes cuando no puedo participar completamente y no son necesarios para la concepción de nuestro hijo.

Aquellas palabras fueron como un jarro de agua fría para Paula, que se quedó inmóvil mientras él giraba su silla y salía de la habitación.

Fue hacia la cama sintiéndose muy mayor, sin fuerzas para trenzarse el pelo por el rechazo de Pedro. Él consideraba la experiencia más bonita de su vida como un deber, y además innecesario. Y poco atractivo para él. Cómo tenía que haberle molestado su ansia de experimentar placer al no ser ella capaz de devolvérselo...

Incluso si Pedro no hubiera estado paralítico, ella no habría sabido devolverle las caricias. Giuliana tenía razón y ella no era lo suficiente mujer para Pedro, independientemente de su estado. ¿Por qué había querido casarse con ella entonces?

La respuesta llegó con otra oleada de dolor: porque no la quería ni la deseaba. Ella podría darle hijos, pero no sería un recordatorio permanente de lo que no podía tener.

No sabía lo que pasaría cuando Pedro recuperase la sensibilidad en sus extremidades inferiores, pero estaba segura de que lamentaría haberse casado.

Pedro  se sentó en el balcón que daba a la piscina y observó a Fede y a Paula jugar en el agua. Era una escena que había presenciado muchas veces, porque ellos, al ser casi de la misma edad, siempre habían jugado juntos. Pero ella era ahora su mujer y Pedro consideraba a su hermano como a un rival más que como su compañero de juegos.

Él no había esperado que fuera a sentir celos por aquel matrimonio, pero tampoco había esperado dormir solo. Además, no quería sentir celos de su hermano y de su mujer, pero simplemente no había esperado tener esa reacción con Paula. Nunca había sentido celos con Giuliana. Sí había sido posesivo, pero no celoso.

No tenía ningún sentido. No amaba a su mujer, aunque por supuesto que la quería y se preocupaba por ella. Había formado parte de su vida desde su nacimiento.

Sus madres habían sido amigas íntimas desde niñas y de adultas se comportaban como hermanas. La madre de Paula, Alejandra, se había casado con un profesor estadounidense y se había ido a Estados Unidos con él, mientras que su madre se trasladó a Milán después de casarse con su padre. Pero las dos mujeres y sus familias habían compartido vacaciones y visitas hasta que la madre de Paula murió. Ésta había seguido visitándolos y con más frecuencia desde que su padre se volvió a casar.

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