domingo, 28 de febrero de 2016

Necesito Tu amor: Capítulo 50

Hizo un gesto de desagrado al recordar su enfado unas pocas horas atrás. Acababa de descubrir que los celos, que nunca había sentido con Giuliana, podían ser un infierno.

Nunca le había importado lo que llevara, Fede tenía razón, pero el pensar en cincuenta hombres mirando a Paula de ese modo lo enfurecía. Le diría a su madre que le buscara un bañador de una pieza, pero lograr que su independiente esposa se lo pusiera sería otro asunto. Ella tenía un fondo tradicional italiano, pero también era muy liberal en su modo de pensar y en sus actos.

Su mano estaba colocada contra el pecho de él, y una de sus piernas se insinuaba por encima de su muslo. Él podía sentir la sensación del peso, pero tenía que tocarla con la mano para sentir la suavidad de su piel. Era algo enloquecedor.

¿Cuándo volvería a estar completo?

Colocó una mano posesivamente sobre su trasero, manteniéndola contra él de un modo que hubiera debido causar alguna reacción en su anatomía masculina, pero no lo hizo.

¿Volvería a sentirlo cuando recuperara la movilidad?

El sabor metálico del miedo invadió su boca. Ningún hombre quería ser medio hombre.

No dejaría que Paula lo tocase para que no descubriese su falta de virilidad, aunque anhelaba dejar que esas manos recorrieran su cuerpo de un modo que no había deseado con Giuliana ni con ninguna otra mujer.

Una cosa era cierta: no la dejaría marchar.


Paula se despertó por la mañana abrazada a una almohada impregnada de la esencia de Pedro. Tenía la vaga impresión de que la habían abrazado durante la noche. ¿Habría sido un sueño?

Pedro  era la única persona sentada a la mesa del desayuno cuando ella bajo y se sentó frente a él.

—¿Dónde está todo el mundo?

—Mis padres están durmiendo y Fede está en una reunión en representación del banco.

—Está bien tener a tus padres en casa —dijo ella sonriendo.

Su expresión de aprobación le hizo sentir un calor agradable por dentro.

—Están encantados de tener una nueva hija.

—A Ana no le gusta cómo celebramos nuestra boda —sonrió Paula, traviesa— Tu madre quiere que nos casemos por la iglesia. Creo que Fede tenía razón en lo de utilizarlo como excusa para tener una boda por todo lo alto.

—A ella le gustaría mucho. ¿Te importa, cara? —su sonrisa la hacía derretirse como un bombón al sol.

—No. Cuando empezó a hacer planes ayer, me hizo pensar en qué haría mi madre si estuviera viva. Me sentí bien.

—Le dejaremos que haga las cosas a su manera.

Ella asintió y empezó a comer la fruta que acababa de servirse.  Pedro  miró el reloj.

—Date prisa con el desayuno, tenemos una cita dentro de una hora.

—¿Una cita?

—Sí, con un especialista en fecundación artificial —dijo él sin darle importancia.

—¿Por qué? —le faltaban sólo semanas si no días para andar... ¿por qué pasar por un proceso de fecundación asistida entonces?

—Para que podamos empezar el proceso y puedas quedarte embarazada —dijo, como si le hablara a un niño pequeño.

—Pero...

—¿Acaso esperabas que olvidara esa parte del trato?

A veces se ponía paranoico.

—No. Quiero tener un hijo tuyo.

—Entonces acábate el desayuno para que podamos ponernos en camino.

—Pero estás a punto de andar —dijo ella.

Una sombra cruzó sus ojos miel, pero desapareció enseguida.

—No hay garantías de eso, y quiero iniciar mi familia enseguida.

El bebé sería otro lazo entre ellos, algo sobre lo que construir su relación emocional.

—De acuerdo.

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