domingo, 28 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 56

Ella empezó a llorar de nuevo y él la abrazo jurando para sus adentros.

Ella intentó soltarse, pero él no la dejó. Le acarició el pelo y le susurró palabras de consuelo en italiano y en inglés.

Cuando por fin dejó de llorar, él intentó hablar con ella, pero siguió negándose. No le dejaría que le explicara por qué no era lo suficiente mujer como para tener relaciones íntimas completas con él. Incluso si no estaba seguro de poder, si la deseara, ¿no querría intentarlo? ¿No desearía su ayuda?

Él sólo suspiró, pero la abrazó dándole calor y protección toda la noche.

A la mañana siguiente, Paula se despertó antes que Pedro. Su reacción histérica de la noche anterior la hizo avergonzarse de sí misma por haber sido tan estúpida. Él quería hablar y ella no le había dejado. Pero a pesar de todo, él la había abrazado toda la noche.

Ella lo amaba, pero esa noche no había dejado que el amor guiara sus acciones. Aquel día todo sería distinto.

Ella disfrutó un rato más del calor de su abrazo antes de saltar de la cama para medirse la temperatura corporal. Unos minutos más tarde, descubría que su cuerpo estaba listo para la inseminación artificial. Al menos eso explicaba su irritabilidad del día anterior.

Un golpe tras ella la alertó de la presencia de Pedro. Se dio la vuelta para ponerse frente a él, cerrándose la bata con una mano.

Él se quedó parado en el umbral de la puerta, desnudo excepto por los boxers de seda.

Tenía un aire peligroso y atractivo a la vez con el pelo revuelto y la mandíbula con una sombra de barba. La observaba con atención.

—Cara, tenemos que hablar.

Ella asintió y tragó saliva. En efecto, pero en ese momento no tenían tiempo para ello.

—Mi cuerpo está a la temperatura óptima para la inseminación.

—¿Qué acabas de decir? —dijo él, con los ojos muy abiertos.

—Tengo que llamar a la clínica.

—¿Hoy? —él parecía alucinado.

—Sí.

Él cerró los ojos como si estuviera librando una batalla mental. ¿Habría decidido que no quería que ella tuviera a su hijo?

—¿Has cambiado de idea?

—No lo sé... —dijo él sorprendido por la pregunta.

—¿Importa lo que yo quiera? —dijo ella sin poderlo creer.

—Importa y mucho, tesoro —respondió él con franqueza.

—Quiero intentarlo.

Apretando los dientes, hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

Ella llamó a su médico desde el teléfono de la habitación y, cuando colgó, se volvió hacia Pedro, lo que estuvo a punto de provocarle un ataque de nervios.

—Quiere que vaya inmediatamente. Es mejor que no coma nada.

—Estaré listo en quince minutos.

Ella lo miró asombrada.

—¿Quieres venir?

No había pensado que él quisiera acompañarla. Él había acudido solo a la clínica y suponía que ella tendría que hacer lo mismo.

—Sí.

—Pero no es necesario.

¿Acaso pensaba que era incapaz de hacer nada sola después de lo de la noche anterior? No lo culparía por ello.

1 comentario:

  1. Muy buena la maratón! Que pena que no puedan hablarlo todo, decirse lo que sienten...

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