lunes, 29 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 60

—No, tesoro.

Ella lo miró fijamente.

—¿ A tí te habría gustado estar todo el día recluido en una habitación? Ya sé que tú estuviste mucho tiempo en el hospital, pero podías trabajar. Tu secretario personal estaba contigo, yo te visitaba, Fede te visitaba e incluso la bruja malvada te visitaba.

—¿Quieres que llame a Giuliana para ver si quiere venir a hacerte compañía? —preguntó él, sabiendo a quién se refería ella—-. He oído que está en Milán.

¿Dónde lo había oído? ¿Había preguntado por ella? El pensar que él aún se interesaba por las idas y venidas de su ex prometida la enfureció aún más. Se levantó con decisión y golpeó las almohadas para mullirlas con más energía de la que realmente era necesaria.

—La última persona en el mundo con la que quiero pasar el día es con ella.

—¿Qué te parece pasarlo conmigo?

¿Acaso estaba diciendo que pensaba quedarse con ella todo el día?

—¡Tú estuviste conmigo en el hospital!

—Pero creía que volverías al trabajo después de ir a la clínica —pasaba tanto tiempo ocupado en sus negocios, que no lo veía casi nunca.

—No pienso dejarte sola después de lo que acabas de pasar.

Ella sonrió.

—Gracias..

—No me lo agradezcas —tomó el teléfono y llamó por la línea interna— Pediré que nos suban algo de comida.

Ella asintió mientras pedía un almuerzo para los dos. Cuando colgó, fue a buscar una silla para colocarla al lado de la cama, pero ella le hizo sitio en el borde de la cama.

—Puedes sentarte aquí si quieres.

—No creo que sea una buena idea.

—¿Por qué?

—Estar a tu lado en la cama me hace pensar cosas que no debo en este momento, cara.

Ella pensó que estaba de broma, a pesar de su cara seria, así que respondió en consecuencia:

—Estoy segura de que sabrás controlarte.

—No tienes ni idea de cómo funciona la mente de un hombre, te lo aseguro —estaba muy serio, pero se colocó en la cama a su lado-— ¿Cómo te encuentras?

—Hambrienta —dijo con sinceridad.

—Yo también —dijo él, sonriendo.

—Podías haber comido algo.

—No, si tú no lo hacías.

—¿Es eso algo típico de los machos?

—Es típico de los Alfonso— dijo acariciándole los labios.

—Eres un hombre muy especial.

Frotó los labios contra su dedo, pero no abrió la boca para chupárselo. No estaba dispuesta a ser rechazada de nuevo. Aunque comprendiera mejor sus motivos, aún estaba dolida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario