lunes, 1 de febrero de 2016

Una Pasión Prohibida: Capítulo 37

Se levantó del taburete plegable donde estaba sentada con las piernas cruzadas y oyó que Pedro la llamaba.

—Paula, señorita Chaves. ¿Está visible? Tenemos visita.

¿Visita? Escuchó el rumor de voces fuera de la tienda, una de ellas con acento sudafricano, y se estremeció al pensar que se trataba de Mario Serfontien. Después de su conversación con Mac no estaba de humor para las bromas punzantes de Mario.

—Paula, éste es Lucas Nichols. Te he hablado de él.

Lucas era la antítesis de Serfontien. De complexión normal pero fibroso, con el pelo oscuro y la piel olivácea. Sus ojos azules eran lo que más llamaba la atención. Le extendió la mano.

—Mi más sentido pésame por la pérdida, señorita Chaves. Fernando y Delfina eran buenas personas.

Su acento no era tan fuerte como el de Serfontien.

—Gracias. Siento decir que no conocía a Fernando muy bien. Vivo en París la mayor parte del tiempo —dijo a modo de excusa.

—Me sentí terriblemente mal por no estar arriba cuando ocurrió. Uno empieza a pensar que, de haber estado, podría haber hecho algo para evitar la tragedia. Me siento un poco ridículo al admitir que fue indisposición gástrica lo que me hizo quedarme en el campamento.

—¿Y qué lo trae por aquí, Lucas? Creí entender que Pedro dijo que se había marchado.

Los ojos azules de Lucas la observaron con acritud durante unos segundos aunque su respuesta fue amable.

—Sólo he venido a Katmandú. Cuando regresé a Namche Bazaar, fui a buscar a Kora, la hermana de Rei, en el mercado. Ella me dijo que Pedro había vuelto a la montaña y por eso he vuelto.

Paula miró a Lucas y a Pedro alternativamente antes de volver a hablar.

—¿Y?

—Y Lucas ha venido a unirse a nosotros —interrumpió Pedro—. Nos vendrá bien otro par de manos expertas.

Paula inspiró profundamente.

—Oh, vaya —se limitó a decir cuando en realidad lo que pensaba era «oh, veo que no me has preguntado si me importaba que hubiera un extraño, entre nosotros».

Si hubiera llegado unos minutos antes podría haberle pedido a Mac que buscara información sobre él. Tal vez lo hiciera por su cuenta. Le había dicho que un tal Nichols había formado parte de la expedición cuando ocurrió el accidente, pero nosabía que fuera sudafricano. De hecho, había dado por hecho que era inglés por el nombre.

—Me gustaría terminar lo que empecé —se explicó Lucas.

«¿Y qué fue lo que empezó?».

Se maldijo por empezar a ver sombras en todas partes y espías ocultos bajo todas las personas después de su conversación con Mac. Intentó sonsacar desde otro punto.

—Pensé que habría preferido formar equipo con su compatriota, Mario Serfontien.

—Quise hacerlo la última vez pero me dijo que no tenía sitio para otro escalador y, por suerte para mí, me encontré con Pedro. Él me dijo que tenía espacio en su tienda y los Martínez no pusieron ninguna pega.

—Bien, si mi hermana no lo hizo, ¿por qué habría de hacerlo yo?

Acababa de darse cuenta de la intención de Pedro. Pensaba que si compartía la tienda con alguien, no se vería tentada de colarse y meterse en su saco de dormir.

Como si fuera a hacer algo así.

Aunque, pensándolo mejor, tal vez debería. Había estado demasiado cansada hasta el momento para pensar en ello. Le devolvió el teléfono.

—Estoy segura de que el señor Alfonso tiene muchas cosas que contarle y no me necesitarán.

No le diría a Pedro nada del helicóptero hasta que estuviera segura de que era viable.

—Y como tengo tiempo libre, voy a calentar agua para ocuparme de mi higiene personal —añadió.

Dejaría a Pedro Alfonso pensando en ello mientras ponía al día a su visitante.

Mientras indicaba a Lucas dónde podía dejar sus cosas, Pedro no paraba de pensar que aquella mujer sabía cómo irritar a alguien.

—Pensé que ya habrías tirado esa cosa —dijo Pedro refiriéndose a la vieja taza que Lucas sacó de la mochila.

—Supongo que está fea, pero ya sabes, es mi favorita. El té sabe mejor en ella — contestó Lucas tirándola al aire y recogiéndola en el vuelo.

—Debe de ser por la capa de mugre del interior, pero ya que la tienes a mano, veamos si la dama nos deja un poco de agua para tomar un té mientras hablamos.

Paula se había mostrado disgustada, pero Pedro se alegraba de tener a Lucas. Haría disminuir un poco la tensión de estar a solas con Paula, si es que se podía decir que estar acompañado de dos sherpas y una docena de porteadores era estar asolas. Pero cuando pensaba en ello, llegaba a la conclusión de que no había bajado la guardia hasta que los dejaron solos en el refugio.

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