lunes, 15 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 17

-Si quieres que me quede en Nueva York, será en la suite de Fede y los servicios de Giuliana como carabina no serán necesarios. Incluso las solteronas vírgenes tenemos nuestros límites y los míos están por encima de los machitos arrogantes y primitivos que hablan de mí como si no estuviera delante.

-Pedro es un tipo anticuado, pero yo soy un hombre moderno y no veo nada de malo en que una mujer de veintitrés años no se case -dijo Fede, con sonrisa calculadora.

-De acuerdo, «hombre moderno», llévame al hotel y me haré compañía a mí misma.

Pedro  masculló algo más sobre que se quedara en la habitación de Fede, pero al final acabó cediendo. No tenía elección. Paula lo quería lo suficiente como para arriesgar su trabajo por él, pero eso no la convertía en un felpudo.

Durante las dos semanas siguientes, Paula regañó a Pedro por trabajar mucho y por no trabajar lo suficiente en las sesiones de fisioterapia. Protestó cuando hizo que le instalaran una línea de internet en la habitación del hospital privado al que se había trasladado. Ese mismo día él la había encontrado desenchufando el teléfono y pidiendo a un ordenanza que se lo llevara. Ella no se arrepentía de su acción en absoluto.

Mientras, Giuliana pasaba muy poco tiempo en el hospital y se negaba a asistir a las sesiones. Se había ido dos días antes a París a participar en un desfile de moda de otoño, y a él no le importó. A ningún hombre le gusta que le vean indefenso, y así era como se sentía él cuando sus piernas se negaban a hacer lo que él quería.

Nadie podía culparlo por sentirse aliviado al ver marchar a su novia. No estaba dispuesto a soportar sus comentarios despectivos hacia la joven y había provocado la ira de Giuliana en más de una ocasión por defender a Paula. No permitiría que nadie hablase mal de la chica a la que él había pasado una buena parte de su vida intentando proteger, incluso de sí mismo. La actitud de Giuliana frente a su estado de salud tampoco era de lo más satisfactoria; aunque decía que estaba segura de que volvería a andar, sus ojos le decían que no.

Paula  no tenía esas reticencias y seguía convencida de que sus miembros inferiores volverían a su estado normal a su debido tiempo. Ella le recordaba una y otra vez que incluso las personas con daños en la columna vertebral se recuperaban completamente tras cierto tiempo, como el médico les había dicho la primera semana. Además, ella no sólo asistía a las sesiones de fisioterapia, sino que participaba en ellas. Él no se lo había agradecido. Necesitaba que creyera en él, no su participación.

—Devuélveme el teléfono —le gritó.

Ella meneó la cabeza y su trenza siguió el movimiento, reflejando la luz y capturando la atención de Pedro. Se preguntó cómo sería su pelo sin trenzar... era tan largo que debía de llegarle por debajo de la cintura. ¿Se lo dejaría suelto alguna vez? Sería precioso.

-Van tres llamadas en quince minutos -Paula frunció el ceño como una profesora regañando a un alumno a quien acababa de encontrar pasando notitas en clase-. No vas a conseguir andar de nuevo hablando por teléfono.

-Paula tiene razón, señor Alfonso. Necesita concentrarse en el tratamiento –añadió valientemente el fisioterapeuta.

Paula  y él se sonrieron con gesto conspirador y la presión arterial de Pedro subió varios puntos.

Se suponía que aquel musculoso y rubio adonis era el mejor fisioterapeuta de Nueva  York, pero Pedro lo habría tumbado de un golpe de buen grado.

-No responderías al teléfono en medio de un negocio importante, ¿verdad? -preguntó Paula.

-No estoy negociando nada. Estoy aquí sentado, aburridísimo -dijo, señalando al fisioterapeuta-, mientras él me retuerce la pierna hasta que empiece a funcionar por sí sola como por arte de magia.

-No es cuestión de magia. Es cuestión de trabajo y siempre creí que el trabajo no te asustaba -añadió ella.

-¡Que tontería! ¡Yo, Pedro Alfonso, asustado del trabajo! Hay que estar loco para creer algo así.

-¡Bien! Me alegra oírte decir eso. Entonces entenderás por qué no se permite usar el teléfono durante la sesión.

-Al menos deja que ponga el contestador -así podría acabar la llamada que le había interrumpido y después desconectar el teléfono, ya que insistía tanto.

Ella se cruzó de brazos.

-Ya lo he hecho yo. Asume que no te voy a devolver el teléfono.

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyy, cómo me gusta esta historia. Que Pedro no juegue con Pau, ella lo ama con locura.

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  2. Me puse al día con esta novela! Opino igual que Sil, no es justo que Pedro juegue con los sentimientos de Paula, cuando sabe que lo ama!

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