viernes, 12 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 4

El doctor hizo algunos comentarios acerca de las diferencias fisiológicas entre el estado de coma y el sueño normal que ella escuchó sólo a medias.

-¿Puedo quedarme? -preguntó ella, sabiendo que tendrían que llevársela a la fuerza del lado de Pedro.

El doctor soltó una carcajada.

-¿Qué hará si le digo que no?

-Me pondré una bata verde y una mascarilla y me meteré a escondidas bajo su cama - admitió, sorprendiéndose de tener humor para gastar bromas con Pedro en tan mal estado.

-Era lo que pensaba. ¿Es usted su hermana? -preguntó el doctor.

Ella sintió que sus mejillas enrojecían... ¿debía mentir de nuevo? Al ver la mirada comprensiva del médico creyó que esta vez no sería necesario.

-No, soy una amiga de la familia.

La observó un momento antes de asentir con la cabeza.

-No se lo diré a nadie. Es obvio que se preocupa por esta persona y su presencia será más beneficiosa que dañina.

-Gracias -dijo ella mientras una oleada de alivio la recorría de pies a cabeza.

-Es por el bien del paciente.

El médico salió del cubículo pensando que era una pena que su paciente no estuviera comprometido con aquella mujer pequeñita que obviamente se preocupaba más por él que la bella diosa del corazón de hielo.

Paula apenas se percató de la marcha del doctor porque los recuerdos con Pedro empezaron a asaltarla.

-¿Recuerdas cuando murió mi madre? Yo tenía cinco años y tú trece; tenías que odiarme por andar siempre detrás de tí... Federico me decía a menudo que era una pesada, pero tú nunca lo hiciste. Me tomaste de la mano y hablamos de mi madre. Me llevaste al Duomo, aquel lugar tan bello, y me dijiste que allí estaría más cerca de ella. Tú me reconfortaste en aquellos duros momentos.

Ella intentó evitar pensar en lo distinto que había sido cuando su padre murió. Hacía un año de aquello y Pedro ya estaba saliendo con Giuliana... ella no había tenido tiempo y se había asegurado de que Pedro tampoco lo tuviera.

-Pedro, ahora lo que quiero es que te pongas mejor ¿me oyes? Creía que nada podía dolerme más que el anuncio de tu compromiso, pero estaba equivocada. Si mueres, yo no quiero seguir viviendo ¿Me estás escuchando, Pero? -se echó hacia delante, apoyando la cabeza en su fuerte brazo-. Por favor, no te mueras -pidió ella mientras las lágrimas bañaban de nuevo su rostro.

Paula estaba dormitando con la cabeza apoyada al lado de la pierna de Pedro cuando oyó una voz familiar.

-¿Paula? Despierta, piccola mia.

Ella levantó la cabeza y se dio cuenta de que en aquellas cinco horas había quitado la barandilla de la cama y se había puesto lo más cerca que le era posible de él. Sentía la necesidad del contacto físico para recordar que Pedro aún estaba vivo.

—Fede, ¿dónde están tus padres?

Él torció el gesto.

-Se fueron de crucero hace tan sólo dos días en el yate de unos amigos para celebrar su aniversario. Mi padre insistió en permanecer incomunicados y no volverán hasta dentro de un mes. No tengo manera de contactar con ellos, pues sólo Pedro tenía esa información.

No dijo que, por supuesto, Pedro no podría decírselo. A Paula le dio un vuelco el corazón al pensar en la reacción de los padres de Pedro cuando supieran del accidente de su hijo y que Fede no había podido contactar con ellos.

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