domingo, 21 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 33

Ella no lo chantajeaba emocionalmente como Giuliana. Ésta había utilizado el sexo para manipularlo incluso antes del accidente y Pedro se había cansado poco a poco de sus tácticas para obtener lo que deseaba. Él había pensado que casarse con Paula le reportaría todos los beneficios del matrimonio sin que fuera vulnerable ante ninguna mujer. Paula era demasiado inocente y demasiado buena como para manipularlo como lo había hecho su anterior prometida.  Aun así, se había equivocado.

Se había sentido muy vulnerable cuando ella lo rechazó sexualmente la noche anterior.

Él estaba convencido de que, al menos en eso, podían haber parecido un matrimonio convencional. Ella se había derretido entre sus brazos en el hotel, le había dejado amarla con una dulce confianza que él encontró adictiva.

Sospechaba de los sentimientos de ella hacia él desde hacía tiempo. Había llegado al hospital después del accidente incluso antes que su hermano y, según una burlona Giuliana y un sorprendido Fede, Paula no se había separado de él hasta que salió del coma. El ser consciente de su devoción le había hecho esforzarse más cuando todo a su alrededor parecía derrumbarse.

Después de hacerle el amor, se había asegurado de que sus sentimientos hacia él eran más fuertes que la amistad. Ninguna mujer respondía de con tanta rapidez y abandono si no sentía algo muy poderoso por el hombre que le hacía el amor.

Entonces, ¿por qué lo había rechazado la noche anterior? No habían pasado mucho tiempo juntos en el avión. Él tenía que trabajar; al menos para hacer dinero no necesitaba utilizar las piernas. No había funcionado y ahora se sentía furioso y estúpido.

En la limusina no le había hablado mucho y se sentía culpable por ello, pero ella también lo había ignorado.

Pero lo que no había esperado era que ella se dirigiera a la habitación de invitados en lugar de ir a la suya. Había ido a buscarla furioso hasta que se encontró con la visión de su maravilloso pelo suelto. Era como seda viva, y había deseado tocarlo con un ansia que no deseaba analizar.

Lo había hecho y eso le había hecho desear más. Más de su suave piel, más de ella. Pero cuando quiso atraerla hacia sí, ella se había escapado y no había perdido un segundo en dejar claro que no estaba interesada en compartir su cama.

El rechazo aún le dolía, y ver a su hermano jugar con ella de un modo que él no podía no ayudaba en absoluto a suavizar su malhumor.

Paula  se acercó a la habitación que se había habilitado para la fisioterapia de Pedro con el pulso acelerado. Llevaba toda la mañana evitándolo, intercambiando algunas frases sueltas con él y con Fede durante la comida y se había acercado hasta allí sólo para conocer al fisioterapeuta. Era estúpido, pero necesitaba saber que Pedro estaba en buenas manos. Además, ella había estado presente en su tratamiento desde el principio.

Entró en la habitación, que se parecía mucho a la sala de fisioterapia del hospital, y se quedó asombrada de lo rápidamente que habían cambiado todo aquello.

El suelo de madera estaba cubierto de colchonetas de ejercicio, había unas barras paralelas, una camilla de masajes y un equipo completo de pesas. Las amplias ventanas dejaban entrar la luz del sol a raudales a través del cristal, lo que suponía una clara mejora sobre la luz fluorescente del hospital.

Pedro estaba tumbado en la camilla y un hombre de pelo gris y cuerpo atlético vestido con camiseta y pantalones de algodón blancos obligaba a las piernas de Pedro a hacer los ejercicios ya habituales.

La ropa de Pedro parecía ser la misma que había utilizado en Nueva York y tenía el mismo efecto desestabilizador sobre su sistema nervioso. Tuvo que concentrarse en recuperar el aliento antes de saludar a los dos hombres.

—Buenas tardes.

La cara de Pedro se giró hacia ella con una expresión indescifrable.

—Buon giorno.

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