sábado, 20 de febrero de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 23

-No vuelvas a utilizar esa horrible palabra. Incluso si no puedes volver a moverte en toda tu vida, nunca serás un inútil.

-Si eso es lo que crees, entonces cásate conmigo.

-¡Pero tú no quieres casarte conmigo!

-Quiero niños. Mi madre espera una nuera y creo que le gustará que seas tú, ¿no?

La idea de tener los niños de Pedro la hizo temblar, pero...

-Eso es ridículo. Estás enfadado con Giuliana, pero no deseas pasar el resto de tu vida conmigo como esposa y lo sabes.

-Quiero volver a Italia y quiero que vengas conmigo.

-Por supuesto que iré, pero no tienes que casarte conmigo para convencerme de que vaya contigo.

-¿Y mis hijos? ¿Quieres tener hijos conmigo sin estar casada?

—No tengo ni idea de lo que estás diciendo -dijo, roja hasta las orejas.

-Te estoy diciendo que quiero hijos. ¿Es tan difícil de entender?

No, no lo era. Pedro sería un padre increíble y nunca había ocultado el deseo de serlo.

-Pero...

-Tendrías que someterte a un proceso de fecundación in vitro. No puedo... —ahora fue él quien calló y ella sabía que su orgullo se rompería en pedacitos si decía aquellas palabras.

-Por supuesto que no. Eso es normal, pero no durará mucho tiempo -ella intentó quitarle importancia.

Por un momento dejó su imaginación volar y se imaginó como esposa de Pedro.

Pertenecerle y tener hijos con él. Era muy fácil imaginarse embarazada de un hijo suyo... y muy, muy feliz de estar en ese estado.

-Tal vez tengas miedo del tratamiento.

-No -dijo ella, mirándolo de frente, intentando contener los latidos de su corazón-. Pedro...

Él le puso un dedo sobre los labios.

-Piénsalo.

Ella asintió con la cabeza, enmudecida. Incluso si no hubiera deseado casarse con Pedro, no habría podido rechazarlo a la primera. Tras la marcha de Giuliana, habría sido muy cruel.

-Y mientras lo piensas, acuérdate de esto.

Sus labios sustituyeron a sus dedos sobre la boca de ella, y en su mente se produjo un cortocircuito. Sus pezones se endurecieron casi dolorosamente contra la seda del sujetador y empezó a notar un latido de vacío entre los muslos. Aquel no era un beso de exploración, era un asalto a sus sentidos y, cuando la lengua de Pedro le pidió entrar en su boca, ella la dejó sin protestar.

Aquel latido en el corazón de su feminidad se fue incrementando, lanzando un mensaje de necesidad que no había sentido nunca antes. Ella gimió y se apretó contra él, con los dedos firmemente agarrados contra la solapa de su chaqueta. Pedro introdujo su mano bajo el jersey y empezó a acariciar la suave piel de su espalda, haciéndola temblar.

Después, sintió el chasquido de su sujetador y una mano masculina que acariciaba su pecho. Se sintió invadida por el placer. Nunca le había permitido a ningún chico que llegara tan lejos.

Pero aquel era Pedro, y ella se moría por sus caricias. Ella gritó y el sonido se perdió en su boca cuando sus dedos empezaron a pellizcar y a acariciarle suavemente el pezón. La sensación entre sus piernas aumentó así como el deseo de gritar. Se agitó en su regazo, incapaz de controlar el impulso de moverse.

Él retiró la boca de la suya y ella lo persiguió con los labios. No podía dejar de besarla en ese momento. Pero no lo hizo, simplemente trasladó sus labios hasta un punto sensible detrás de su oreja. Ella tembló, se agitó y gimió.

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