lunes, 1 de febrero de 2016

Una Pasión Prohibida: Capítulo 39

¿Cómo podría acostumbrarse alguien a la blanca y gélida belleza de la cascada de hielo? Siempre que subía por ella, Pedro se quedaba asombrado de lo irreal que parecía, como si hubiese llegado a otro planeta o de pronto se encontrara en el polo. No era de extrañar que muchos montañeros consideraran el Everest como el tercer polo. El mismo paisaje desnudo, sin pájaros que llenaran con sus trinos las alturas.

Debería reinar el silencio pero una guerra se libraba bajo sus pies. Grandes bloques de hielo presionaban y se relajaban alternativamente dejando que sus gruñidos atravesaran la superficie. Enormes gigantes que en cualquier momento podían derrumbarse sobre ellos. Era el riesgo que se corría al subir la cascada Khumbu.

El viento de las noches pasadas era sólo un recuerdo así como lo era la otra «guerra» en la que habían estado Paula y él pero que debería seguir siendo eso un recuerdo.

El crujido de los crampones en el hielo parecía débil en comparación con los profundos gemidos de los bloques. Nadie hablaba para reservar el oxígeno, excepto Rei. Uno de los motivos por los que los sherpas aguantaban mejor la delgada atmósfera era que respiraban más rápido.

Tras él, Pedro escuchaba a Paula tosiendo ocasionalmente como un bebé de foca por la falta de oxígeno. La respiración de Lucas era más profunda, más como un león marino. El propio Pedro necesitaría una parada pronto y así les daría la oportunidad de repostar fluidos. Recordó que Lucas había tenido problemas para adaptarse la última vez. Era extraño cómo se había decidido por este deporte cuando sus facultades físicas estaban más desarrolladas para las planicies de África. Y aunque nadie lo había mencionado, era posible que se hubiera salvado debido a su problema gástrico.

¿Entonces por qué había vuelto?

Tal vez necesitaban que le metieran en la cabeza el mensaje. Él no tenía ni idea de qué lo empujaba a escalar.

Tiró de la cuerda para avisar a Rei, con quien había cambiado el puesto como líder de la cordada una hora antes.

—Es hora de hacer un descanso.

Rei se detuvo y apoyó la mochila sobre un bloque de hielo hasta que Pedro lo alcanzó. Para cuando Paula y Lucas llegaron, el sherpa había encendido la cocina de keroseno y estaba calentando agua. Paula se desabrochó las cintas de la mochila, se la quitó y se sentó encima.

—¡Qué gusto!

Las palabras le recordaron la última que las había dicho con sincera gratitud, sólo que entonces Pedro estaba penetrándola haciéndole llegar al clímax y él también había creído entonces que era muy placentero.

—Cansada, ¿verdad?

—Pensé que nunca nos íbamos a parar.

—Lo hemos hecho muy bien —dijo Pedro—. Hemos llevado buen paso. También ayuda que en estas primeras fases, tenemos los escalones ya cortados en el hielo y las cuerdas están instaladas. Cuando lleguemos a la cara suroeste deberíamos estar en buenas condiciones físicas para continuar, salvo algún incidente. Respiraremos mejor y habremos aprendido a no sobrecargar los pulmones y los músculos.

Con la mochila protegiéndola del hielo, Paula se terminó el té. Le parecía que nunca había probado algo tan bueno. Pensando en la historia que le había contado Pedro de que Delfina se dejó olvidadas unas cuerdas, se había asegurado de que todavía seguían en su cintura para no llevar tan sobrecargados los hombros.

—En marcha —ordenó Pedro.

Lucas se incorporó de su postura en cuclillas más cómoda para descansar.

—Estoy contigo, amigo.

Paula  guardaba sus reservas de oxígeno para algo más importante y empezó a ponerse la mochila. Esta vez estaba realmente cansada y estaba luchando para no perder el equilibrio cuando Pedro se acercó a ella.

—Déjame ayudarte.

Pedro estaba frente a ella ajustándole las cintas de los hombros para que estuviera lo más cómoda posible. Después se inclinó un poco para ajustarle la cinta de la cintura y sus rostros quedaron muy cerca. Llevaba días guardando las distancias, y ahora esto.

—Puedo sola —murmuró sin aliento por la distancia que los separaba, no por la delgada atmósfera.

Podía oler su aroma personal entre el frío aire de la mañana y una oleada de calor la invadió. Pedro la miró a los ojos y Paula pudo ver que, tras los cristales ahumados, sus pupilas se dilataban. Estaba muy caliente, y se preguntaba si Pedro lo estaría sintiendo a través de las múltiples prendas térmicas, el anorak y los guantes con los que la estaba tocando. Paula puso la mano sobre la de él.

—Creía que me habías dicho que tenía que aprender a manejarme.

—Eso era cuando eras la alumna. Ahora eres la clienta —dijo él.

Paula levantó la barbilla y lo miró.

—Ahora soy la que paga, ¿es eso lo que quieres decir? —dijo ella en tono bajo pero muy rápidamente, de forma que unas palabras se montaban sobre otras en su prisa por decir lo que sentía—. Pedro… no puedes seguir haciendo esto. Tócame o si no déjame en paz. Tengo que centrarme en lo esencial si quiero sobrevivir a esta experiencia. Tenías razón al reírte de mis alardes como escaladora.



Los Caps de hoy se los dedico a Sil @SilvinaAraceliR,  Felíz Cumple y espero que te gusten los caps.

2 comentarios:

  1. Muy lindos capítulos! que locura la de Pau de hacer eso! Ni loca!

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  2. Espectaculares los caps Naty. Gracias x la dedicatoria jaja.

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