miércoles, 2 de marzo de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 62

—¿Cómo puedes decir eso cuando te seduje para que aceptaras mi propuesta matrimonial, cuando te arrebaté tu virginidad para que no pudieras volver a hablar de anulación?

Realmente se sentía culpable.

—Pero yo te quería. Me encanta lo que me haces sentir cuando me tocas.

—Eso es verdad, tesoro. Pero, entonces ¿qué ocurrió anoche?

—-No me dejaste tocarte y eso le dolió mucho.

—Tenía miedo.

Nunca había esperado oír esas dos palabras salir de la boca de Pedro.

—¿Por qué? —creía saberlo, pero tenía que asegurarse.

—No estoy seguro de poder comportarme como un verdadero hombre.

—¿Tienes miedo de que no consiga excitarte lo suficiente como para hacerme el amor?

—Porca miseria, ¿de dónde has sacado eso?

—Acabas de decir...

—He dicho que no sabía si podría realizar el acto. No he dicho nada de tu belleza ni de la sensualidad de tu cuerpo.

—Pero si yo fuera más tu tipo de mujer, ¿te resultaría más fácil?

Para ella, eso tenía sentido, pero él la miró como si se hubiera vuelto loca.

—Tú eres mi tipo de mujer.

Ella cerró los ojos para no ver la lástima en los de él.

—No hace falta que digas esa clase de cosas.

Él se sentó en la cama y, con un dedo, le recorrió el contorno de la cara.

—¿Te he mentido alguna vez, piccola mía?

Ella sacudió la cabeza, con los ojos aún cerrados.

—Entonces, si te digo que eres la mujer más sexy que he conocido, ¿me creerás?

No pudo mantener los ojos cerrados y vio su dulce y burlona sonrisa.

—Tú... yo...

—Nunca le había hecho el amor a una mujer que me hiciera sentir más hombre.

—Pero dijiste...

—Que no estoy seguro de poder mantener la erección, pero cuando te hago el amor, tu respuesta me excita sin que mi cuerpo esté implicado en ello.

—¿Tú...? ¿Alguna vez...? ¿Has...?

Él rió.

—Si lo que quieres preguntarme es si he reaccionado físicamente ante tí en alguna ocasión, la respuesta es sí. No ocurrió la primera vez que te toqué, y eso me preocupó. Pero pensé que, cuando recuperase la sensibilidad, podría recuperar eso también.

—¿No ocurrió?

—No lo sé.

Le tomó la cara entre las manos con expresión atormentada.

—Te he hecho pasar hoy por todo ese dolor porque yo, Pedro Alfonso, tuve miedo de intentarlo.

Pero él no sabía que fuese a ser doloroso. Ella le había ocultado ese detalle porque sabía que él no la dejaría continuar con ello.

—No es culpa tuya.

Él sacudió la cabeza.

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