viernes, 4 de marzo de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 70

Paula subió las escaleras en una nube de dolor. ¿Por qué había permitido Pedro que Giuliana se quedase?

Se detuvo frente a la puerta del dormitorio, consciente de que no podía entrar y enfrentarse a los recuerdos. Se dio la vuelta y bajó las escaleras. Fue al garaje y se sentó al volante del primer coche que encontró con las llaves puestas. Era un Mercedes, un vehículo grande para lo que ella estaba acostumbrada, pero no le importaba. Tenía que marcharse de allí.

El guarda de seguridad le hizo un gesto para que se detuviera tras abrir la verja. Pedro y su padre habían insistido en que Ana y ella no salieran de casa sin escolta, pero Paula no quería compañía. De ningún tipo.

Condujo por la ciudad hasta que se encontró cerca del Duomo. El recuerdo de la vez que Pedro  la llevó allí la hizo parar. Encontró un sitio, lo cual ya fue bastante sorprendente, aparcó y se dirigió a la enorme catedral.

Ya no era una niña, pero estaba dolida y aquel enorme lugar le resultó tan reconfortante como cuando era pequeña. Ella necesitaba la paz que encontró dentro de la inmensa obra de arquitectura. Sus pasos la llevaron inconscientemente hasta la roseta, el lugar al que la llevó Pedro aquel día para decirle que podía hablar con su madre, y que aunque ella estuviera en el cielo, podría oírla.

¿Fue ese el día que empezó a amar a Pedro?

No lo identificó como amor sexual hasta los quince años, pero Pedro siempre había sido la piedra angular de su vida. El único hombre al que había deseado entregarse, con el que había deseado casarse. Pero él no se había fijado en ella hasta el momento del accidente, cuando su egoísta prometida lo dejó en la estacada.

Paula se apoyó contra una columna, dejándose empapar por la misma paz que tantos peregrinos habían sentido antes que ella. Pedro era suyo, pero ¿por cuánto tiempo?

Tras pasar casi veinticuatro horas en la cama con él, se negaba a pensar otra cosa que lo que él le había demostrado: que era una mujer deseable a sus ojos.

Eso no quería decir que la amase, pero tampoco indicaba la falta de sentimiento.

Pero había dejado que Giuliana se quedara.

El día anterior él le había dicho que se había sentido seguro probando su virilidad con ella, porque lo amaba. ¿Significaba eso que la había utilizado para saber si podría volver con Giuliana completo? Sólo imaginarlo hizo que le fallaran las rodillas.

Pero Pedro no era así, y ella lo sabía. ¿Por qué imaginaba todo aquello?

—Sabía que te encontraría aquí, tesoro.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Su expresión era sombría.

—Buscar a mi mujer huida.

—No huí —dijo ella, recostándose sobre la columna.

—No hiciste que te acompañara un guardaespaldas. Saliste en coche sola fuera de la casa,  a pesar de que los guardias de seguridad intentaron detenerte.

—Quería estar sola —eso no era un pecado.

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