domingo, 6 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 3

Su hermana apagó el cigarrillo y tomó su abrigo.

—Entra y mira tú misma.

La llevó hasta una habitación en la que, casi tapado por una serie de monitores y cables, Pedro Alfonso  estaba tumbado en una cama. Lo único que Pau pudo ver fue que tenía el pelo castaño y que estaba terriblemente pálido. A pesar de ser un hombre que aparecía a menudo en los medios de comunicación, nunca había visto una fotografía suya y no tenía ni idea de cuál era su aspecto.

— ¿Han llamado a su familia? —preguntó Pau preocupada.

—Mira, a mí no me preguntes porque tengo otras cosas en la cabeza. Lo acaban de traer del quirófano y aún no saben si va a sobrevivir. Pero si lo hiciera, podría quedarse paralítico.

—No sabes cómo lo siento —dijo tomando la mano de su hermana.

—No lo sientas. Yo no voy a quedarme aquí para verlo.

Pau se quedó helada y olvidó toda noción de que su hermana estuviera sufriendo. Ninguna persona enamorada podría ser tan insensible.

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Te puedes creer la mala suerte que tengo? Cuando por fin consigo enganchar a un hombre guapo y con dinero, ¡va y casi se mata! —contestó su hermana con una risa amarga.

Esa risa estaba tan fuera de lugar en una habitación en la que un hombre estaba gravemente herido que Pau sólo pudo mirar a su hermana, incrédula.

—Creí que estabas enamorada de él.

— ¿Enamorada? Por favor, Pau, el amor es para los cuentos. Lo que quiero es dinero, una posición y un hombre que pueda llevarme a todos los sitios a los que quiero ir. ¡No esperarás que me case con un paralítico!

Pau se tuvo que tragar el asco y la ira antes de poder decir:

—Te ha salvado la vida. No puedes abandonarlo ahora.

— ¿Que no puedo? Espera y verás.

—Te necesita, Mica —dijo Pau furiosa.

—Pues yo no lo necesito a él —contestó Micaela quitándose un anillo de compromiso del dedo y tirándolo sobre la cama—. ¡Vaya pérdida de tiempo!

— ¡No me lo puedo creer! Llevo años dando excusas por tu comportamiento, Mica, pero no hay excusa que valga para esto.

Su hermana se acercó a ella y le puso un dedo en el pecho.

—Escúchame, doña Perfecta. Me da lo mismo que te parezca bien o no. Pero si estás tan preocupada ¿por qué no te quedas tú con él? Eres tan fría que te daría igual que pudiera satisfacerte o no. Yo me voy de aquí. Hay muchos más peces en el mar y creo que un cambio me irá bien. Los Angeles, por ejemplo.

Pau vió cómo su hermana salía de la habitación sin echar una mirada atrás y se sintió avergonzada. Ni siquiera en los peores momentos hubiera pensado que Micaela  podría portarse así con alguien. Desde luego, sabía que ella nunca podría hacerlo.

Pau se dió la vuelta y miró al hombre conectado a todos aquellos cables. Se acercó más y se dio cuenta de que no podía apartar la mirada. Parecía tan vulnerable tumbado en esa cama, con su atractiva cara llena de heridas y contusiones, era tal su desamparo, que algo en su corazón se conmovió y se le hizo un nudo en la garganta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario