lunes, 14 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 30

— ¡No me mires así! —dijo Pedro lanzando un gemido ahogado y tomando su cara entre las manos de nuevo—. No, mírame como quieras. ¡Esos ojos! Dios, no me canso de mirarte. ¡Maldita habitación! No hay un momento de intimidad.

Oírle a él decir lo mismo que ella sentía, hizo que suspirara con sus doloridos labios.

—Creo que debería asustarme con esa mirada.

— ¿Tienes miedo?

—No.

Pedro apoyó su frente en la suya.

— ¿Tienes idea de cuánto te quiero?

Pau se alegró de que no pudiera ver su expresión. No tenía ni idea de lo que él sentía. Sabía que se sentía atraído por ella, pero eso no era amor. Podría volverse amor y, para ser honrada, lo que ella esperaba era que olvidara a Micaela y la quisiera a ella. Podría ocurrir porque la mujer a la que estaba conociendo era a ella y le gustaban las diferencias. Lenta pero eficazmente, Pau estaba borrando la imagen de Micaela. Y sabía que para recibir amor había que dar amor.

— ¿Podría ser tanto como te quiero yo? —susurró ella.

Con un suspiro, Pedro se apoyó en el respaldo del sillón.

—Tengo que hacerte una confesión —dijo él.

El corazón de Pau dió un vuelco.

— ¿Debo preocuparme? —bromeó ella conteniendo el aliento.

—No —añadió Pedro con una sonrisa—. Si alguien debe de estar preocupado, debo ser yo.

Pau suspiró aliviada.

— ¿Ah, sí? Eso suena interesante. Cuéntame —sonrió coqueta.

Pedro  se removió en el sillón.

—Recuerda que soy un enfermo.

—Para ser un hombre enfermo, besas muy bien.

—No me distraigas —dijo él con calidez.

—Perdón. Seré buena.

—No demasiado buena, espero. Bueno, ¿por dónde iba?

—Estabas a punto de confesar.

—Sí, es verdad. Bueno, la verdad es que cuando te conocí me enamoré de tu cara. Eras tan guapa que me cautivaste antes de que pudiera darme cuenta. Pero ahora...

Pau trató de no sacar conclusiones, pero su corazón se estaba acelerando.

— ¿Sí, ahora qué?

Pedro extendió la mano para acariciar su cara con una tierna caricia.

—Ahora me he dado cuenta de que eres aún más guapa por dentro que por fuera y me estoy enamorando de tí cada día más —terminó él con una honestidad que le robó el corazón.

Conteniendo el aliento, Pau lo abrazó, enterrando su cara en el pecho de él. No había esperado eso. Y sin embargo, sin darse cuenta, él había marcado la línea entre antes y después del accidente. Le gustaba físicamente Micaela, pero era a ella a quien amaba.

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