lunes, 21 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 50

— ¿Tú crees? ¿Cómo puede haber amor donde no hay confianza? No confío en tí, Pau y no creo que vuelva a confiar nunca.

Era un golpe demasiado fuerte y Pau no supo cómo se mantuvo en pie. Inconscientemente su mano se dirigió hacia su vientre.

— ¿Quieres decir que quieres el divorcio? —preguntó con voz ahogada.

Él se volvió a mirarla y su expresión era tan fría y dura que Pau empezó a temblar.

—Ese fue mi primer instinto. Quería alejarme de tí lo más posible. Pero luego pensé en el niño.

La habitación parecía dar vueltas y por un segundo creyó que se iba a desmayar.

— ¿Quieres quedarte con el niño? —preguntó ella, incrédula.

— ¿De verdad crees que sería capaz de eso? —preguntó con tono helado.

Ella sabía que no podía ser, pero no podía pensar con claridad.

—Lo siento, yo...

Pedro interrumpió su intento de disculparse.

—Yo soy de los que creen que un niño debe de tener padre y madre —dijo secamente.

— ¿Quieres decir que debemos seguir juntos por el niño? —preguntó casi sin voz.

—No tengo intención de abandonar a mi hijo y haré lo que sea para evitarlo.

— ¿Y qué pasa conmigo?

Pau sabía que, si ponía una demanda, ella podría ganarla. Dada su situación, cualquier tribunal fallaría a su favor, pero eso la separaría definitivamente de Pedro.

Tenía que saber si había alguna alternativa.

—Sé perfectamente que, si quiero a mi hijo, tendré que seguir viviendo contigo y estoy preparado para ello. Pero será un matrimonio sólo de nombre. Tendrás todo lo que necesites. Puedes estar segura de que seguirás teniendo todo lo que querías. No tienes más que poner el precio y te lo daré, pero tendrás que quedarte aquí con el niño para conseguirlo. Creo que es una buena oferta. Un cheque en blanco a cambio de la custodia de mi hijo.

A pesar del insulto, no había ninguna alternativa. Si se marchaba, no volvería a verlo y, si se quedaba, se estaría condenando a sí misma.

—No tienes que tomar una decisión ahora mismo —dijo Pedro mirando de nuevo a la oscuridad—. Tienes hasta mañana.

No sabía que ya había tomado una decisión hasta que se oyó decir a sí misma:

—Me quedaré.

Se preguntó si se había vuelto completamente loca. Sabía que la iba a herir más de lo que podría soportar, pero no veía qué otra cosa podía hacer. No quería tener a su hijo sin Pedro. Los quería a los dos.

—Ya me lo imaginaba —dijo Pedro con tono despreciativo.

Dejó la copa sobre la mesa y se dirigió hacia la puerta.

—En ese caso, llevaré mis cosas a la otra habitación —dijo y se alejó, dejándola sola.

Pau cayó sobre un sillón y apoyó la cabeza en el respaldo. Estaba temblando.

Era una pesadilla, pero sabía que no iba a despertarse. Tenía el corazón dolorido, pero vió un pequeño rayo de esperanza. Pedro no había dicho que ya no la amaba.

Aunque no sabía si podría volver a recuperar la confianza de Pedro, tenía que intentarlo porque no creía que sus sentimientos por ella hubieran muerto. Lo amaba demasiado para aceptar que todo se había acabado y lo único que sabía era que tenía que quedarse y luchar porque para ella no había otra alternativa.

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