viernes, 11 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 19

—No me digas que te negarías si se ofreciera la rubia guapita esa. La que te pone ojitos cada vez que entra aquí —dijo Pau sonriendo.

— ¿Celosa?

— ¿Debería estarlo? —preguntó levantando una ceja, irónica.

— ¡Qué dos! —suspiró Ana indulgente—. ¡Cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que están  locos el uno por el otro! Pero si hay electricidad en el ambiente... Bueno, si no les importa que los interrumpa un par de minutos, ¿te importa decirme cómo te encuentras?

— ¡Como si hubiera estado pegándome con Tyson! —respondió él de broma.

Aunque todos rieron, Pau vio cómo el cansancio empezaba a hacer mella en su rostro. Estaba intentando disimular el dolor, pero su expresión dejaba claro que lo sentía.

Horacio Alfonso puso la mano en el hombro de su hijo.

—Tú sigue luchando, hijo. Y no te preocupes. Mañana traeré una navaja de afeitar.

—Gracias, papá.

— ¿Te ha cuidado bien Pau mientras estábamos fuera? —preguntó Ana mientras colocaba innecesariamente las sábanas.

Pedro  tomó la mano de su madre.

— ¡Déjalo, mamá! Y otra cosa, ¿por qué la llaman Pau?—preguntó con tono de irritación, debido al dolor que debía de estar sintiendo.

Sus padres parecían perplejos.

— ¿Es que tú no la llamas así? —Elaine preguntó confusa, volviéndose a mirar a Pau.

¿Qué más podía ir mal? Había sido una idiotez decirle a sus padres que la llamaran Pau, cuando no sabía cómo la llamaba Pedro. Sólo podía echarle la culpa al hecho de que desde que lo había conocido se sentía mentalmente confusa, de forma que era un milagro que pudiera pensar en absoluto.

Pau tomó el jarrón y lo llevó a la mesita al lado de la cama.

—Tus padres me llaman Pau porque es el diminutivo de Paula—dijo con sorprendente sangre fría.

Dejó el jarrón sobre la mesita y dio un par de pasos hacia atrás para admirarlo.

Tenía el corazón acelerado cuando se cruzó de brazos y dirigió su mirada hacia él.

— ¿Por qué no me lo habías dicho antes?

¿Por qué? Buena pregunta. Ella se encogió de hombros.

—Creí que te gustaba más llamarme Paula—mintió ella alegremente.

¿Qué otra cosa podía decir? No la sorprendió que él la mirara atónito.

—No me habías dicho que había otra opción.

Pau miró a los tres y vio la confusión en sus caras.

— ¿Te habría gustado saberlo, cariño? —preguntó suavemente y experimentó un dardo de placer cuando lo vió tragar saliva.

Pedro se aclaró la garganta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario