lunes, 7 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 9

Normalmente llevaba su coche, pero ese día estaba en el taller. Tendría que usar transporte público hasta que estuviera reparado.

Como de costumbre había mucho tráfico y llegó al hospital más tarde de lo que esperaba. Cuando vió a Ana Alfonso paseando nerviosa delante de la habitación se asustó. En cuanto la otra mujer la vió, prácticamente se lanzó sobre ella.

— ¡Pau, gracias a Dios que has venido! Intenté llamarte por teléfono, pero ya debías de haber salido.

El corazón de Pau dió un vuelco.

— ¿Por qué, qué ha ocurrido?

Se quedó petrificada. ¡Dios mío, no! ¡No podía haber muerto! La posibilidad heló la sangre en sus venas, y sintió el dolor más profundo que había sentido nunca.

—Ven conmigo, querida. Antes de que veas a Pedro, la doctora Morales tiene que hablar contigo —dijo preocupada.

Pau se dió cuenta de que no podía moverse.

—Ha muerto, ¿verdad? —dijo, sintiendo que su corazón se partía por la mitad.

La mujer la miró horrorizada.

— ¡No! Perdona, Pau. Siento haberte hecho pensar eso —dijo apesadumbrada.

Pau tuvo que cerrar los ojos un momento para no marearse. Había pensado... había pensado... ¿Por qué ese pensamiento había sido tan devastador? ¡Sí apenas conocía a ese hombre! Era ridículo sentir eso por un extraño. Cualquiera pensaría que...

Intentó recuperar el control. No era cierto. ¡No estaba enamorada de Pedro Alfonso!

Era sólo que se sentía responsable. Nada más.

Esperando no reflejar en su rostro lo que sentía por dentro, Pau miró a la madre de Pedro para confirmar lo que había dicho.

— ¿Entonces está bien?

Cuando Ana asintió, consiguió sonreír un poco avergonzada.

Ana le dió unos golpecitos en la mano y la acompañó hasta una puerta en el pasillo.

—Eso suele ocurrir cuando la persona a la que amamos está sufriendo —dijo sonriendo confidencialmente.

Pau  intentó recordarse a sí misma que, aunque todo el mundo creyera que estaba enamorada, en realidad no lo estaba.

La doctora Morales estaba sentada detrás de un abarrotado escritorio y les hizo una seña para que se sentaran en las dos sillas frente a ella. Cuando lo hicieron, se inclinó hacia Pau.

—Gracias por venir, señorita Chaves. Ha ocurrido algo que creo que usted debe saber. El señor Alfonso recuperó la consciencia hace media hora y preguntó por usted. Se puso muy nervioso cuando sus padres le dijeron que usted no estaba allí. Tanto que tuvimos que sedarlo. Parece que ha creído que estaban intentando ocultarle que usted había muerto.

— ¡Pero si hablé con él anoche! —exclamó Pau. La doctora Morales se encogió de hombros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario