viernes, 11 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 16

A pesar de ello, estaba segura de que tenía sus sentimientos bajo control. El trabajo había ayudado mucho. Era fácil meterse de lleno en los problemas legales y los tecnicismos de su trabajo, lo que había reforzado su convicción de que, si realmente hubiera estado enamorada de él, no habría podido concentrarse. Lo había hecho y ésa era la prueba definitiva.

Ese día había salido de la oficina un poco antes para que Horacio y Ana pudieran hacer algunas compras y llevaba un ramo de flores para animar el aspecto de la habitación. Casi todos los monitores habían sido apagados ahora y la doctora Morales les había dicho que Pedro sería trasladado a una habitación normal al día siguiente.

Estaba canturreando bajito mientras colocaba las flores en un jarrón cuando Pedro dijo:

— ¿Qué te has hecho en el pelo?

Pau pegó un salto porque creía que estaba dormido.

— ¡Casi me matas del susto! —dijo poniéndose la mano en el acelerado corazón.

—Lo siento.

Pedro  se disculpaba mostrando su atractiva sonrisa, lo que para Pau fue como un rayo que la atravesó antes de que pudiera evitarlo.

Los ojos de Pau se quedaron fijos en el hoyuelo que acababa de aparecer al lado de su boca. La imagen hizo que su corazón diera un extraño salto en su pecho.

Dios mío, gimió ella en silencio. Se había preparado para sus ojos y había decidido no mirarlos, pero la había cegado con esa sonrisa.

Su convicción se derrumbó cuando se dio cuenta de la enorme atracción que ejercía sobre él. Cuando volvió a mirarlo se quedó sin aliento al sentir el calor que desprendía esa mirada y su propia temperatura subió considerablemente .

Sin saber si debía sonreír o no, se humedeció los labios, nerviosa, una acción que él siguió con tanto interés que su estómago se contrajo. La habitación parecía de repente cargada de electricidad y ella pensó que debía decir algo antes de que la tensión estallara.

—Estaba pensando en otra cosa —explicó—. Suelo canturrear cuando estoy concentrada en algo.

—Ya me he dado cuenta — dijo él roncamente, respirando con cuidado para aminorar el dolor de sus costillas.

Durante un momento se miraron a los ojos en silencio y para Pau fue como si algo flotara en el aire entre ellos, robando el poco aliento que les quedaba.

— ¿Entonces? —preguntó él con otra de sus sonrisas.

Pau  no sabía de qué hablaba.

— ¿Entonces qué? —repitió ella sin entender.

—Tu pelo.

¿Su pelo? Confundida, levantó una mano para tocarlo y advirtió a qué se refería.  Había olvidado por completo que Micaela siempre llevaba el pelo muy largo.

—Pues... yo... me ponía nerviosa, así que me lo corté.

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