lunes, 21 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 53

Llamó a su oficina y le dijeron que había estado en los Juzgados todo el día y que aún no había vuelto. Dejó el mensaje de que la llamara y estuvo toda la tarde esperando, pero el teléfono no sonó. Si no hubiera tenido que hablar con él urgentemente, lo habría mandado al infierno. Pero era algo importante, así que se sentó en la cama, dispuesta a esperarlo. Era casi medianoche cuando oyó el coche y, levantándose de un salto, se puso la bata de seda y se dirigió a las escaleras.

Pedro estaba cerrando la puerta y ella se paró, mordiéndose los labios, cuando vió su aspecto cansado. En ese momento él parecía tan infeliz como ella y Pau se hubiera lanzado a sus brazos si no hubiera sabido que la rechazaría. Él levantó la mirada y, frunciendo el ceño, dió un paso adelante.

— ¿Qué ocurre, Pau, te encuentras mal? —preguntó. Había preocupación en su tono y eso levantó su ánimo.

—Estoy bien.

Bajó un par de escalones y la expresión de preocupación fue reemplazada por un frío cinismo.

— ¿Entonces qué haces levantada tan tarde? ¿O quieres que lo adivine? ¿Me estás dando una pista de lo que me estoy perdiendo, querida?

Ella se ruborizó en parte por la ira y en parte por el dolor, pero apretó los dientes y siguió bajando la escalera.

—No pienso hacer nada que me condene más ante tus ojos.

—La necesidad olvida la precaución —dijo él, sonriendo cínicamente.

Pau sintió la necesidad de darle una bofetada pero resistió la tentación.

—Tengo más respeto por mí misma de lo que crees. Estoy aquí simplemente porque tengo que hablar contigo. Te he dejado un mensaje en el despacho diciendo que me llamaras.

—No he vuelto a la oficina. Y, por lo que a mí respecta, no tenemos nada de qué hablar —dijo fríamente sin especificar dónde había estado.

—Sé perfectamente que te repugna mi compañía y, créeme, no estaría aquí si no fuera absolutamente necesario. Prometo no robarte mucho tiempo —devolvió ella sarcástica, salvando su orgullo.

—Lo que sea tendrá que esperar hasta más tarde.

— ¿Y para cuándo sugieres? Te vas antes de que me haya levantado y vuelves cuando estoy en la cama.

—Estoy muy ocupado con un caso —dijo heladamente.

—Has estado evitándome a propósito. ¿De qué tienes miedo? ¿Qué crees que voy a hacer? —preguntó. Pero viendo la expresión dolorida de Pedro, Pau se ablandó inmediatamente—.Oh, Pedro, no podemos seguir así.

Pero él se mantuvo tenso y su expresión glacial.

—No puedo perder el tiempo. ¿Qué era lo que tenías que decirme?

Como si la hubiera abofeteado, Pau se irguió.

—Ha llamado tu madre para recordarnos que nos esperan este fin de semana, íbamos a tomarnos unas pequeñas vacaciones, ¿recuerdas?

Se dió cuenta por su expresión que él también lo había olvidado.

—No puedo ir. Tendrás que llamar y poner alguna excusa.

—No puedo hacer eso —protestó Pau—. Es la fiesta de compromiso de tu hermano y nos estarán esperando.

— ¡Maldita sea!

Pedro se pasó una mano por el pelo, una acción que, aunque él no lo sabía, le hacía parecer más sexy que nunca.

Los sentidos de Pau se despertaron. Cuánto echaba de menos poder tocarlo cada vez que lo deseaba. Y deseaba hacerlo ahora, pero sabía que él la rechazaría y estaba segura de que no podría soportarlo, así que se obligó a sí misma a desechar ese pensamiento.

—Tenemos que ir. A menos que quieras contarle a todo el mundo lo que está pasando —dijo con un deje de acritud.

Pedro la miró fijamente y ella sostuvo su mirada hasta que él suspiró.

—Lo mejor será que vayas tú mañana. Yo iré el sábado en el tren.

— ¿Ni siquiera puedes soportar viajar en coche conmigo? —preguntó sintiendo las lágrimas asomarse a sus ojos.

No quería que él viera cuánto daño le estaba haciendo y se dio la vuelta para subir la escalera, pero se enganchó el pie con la bata y cayó al suelo con un grito ahogado.

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