miércoles, 9 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 12

Después de unos segundos la miró acusador.

—Es culpa tuya. Tú has empezado.

— ¿Culpa mía? —preguntó ella deseando que soltara su mano.

Necesitaba pensar. Necesitaba sitio, él estaba demasiado cerca.

—No deberías haberme mirado... como si... quisieras... comerme —dijo él.

Pau estaba tan sorprendida que se quedó boquiabierta.

— ¡Eso no es verdad!

—Sí es verdad... pero no te preocupes... me gusta.

Profundamente avergonzada, Pau deseaba que se la tragara la tierra porque temía que lo que acababa de decir fuera cierto.

—Eso es absurdo. Yo... yo estoy aquí para que te recuperes.

—Pues funciona.

Pau se mordió los labios y apartó la mirada. No podía soportar esta situación.

La manera en que él la hacía sentir por dentro. Aquélla no era la forma en la que ella había esperado hablar con un hombre que había estado a punto de morir. No lo estaba haciendo bien y se aclaró la garganta nerviosamente antes de hablar.

— ¿Quieres comportarte, por favor?

—No me queda más remedio, ¿no? —dijo él irónico.

— ¿Qué voy a hacer contigo? —exclamó ella exasperada.

—Yo... tengo algunas sugerencias, pero... no creo que pueda hacerlo.

Sin poder evitarlo, Pau sonrió.

— ¡Eres incorregible!

—Eso me... anima.

Ella suspiró mientras estudiaba su cara, intentando ver más allá del humor con el que él intentaba suprimir el dolor.

— ¿Cómo te sientes?

— ¡Como si me hubiera... atropellado un coche! —contestó él con un amago de sonrisa.

Pau  no podía creerlo. ¿Cómo podía bromear sobre ello?

— ¿Qué estabas intentando probar, que eras tan invencible fuera de los Tribunales como dentro de ellos?

Después de decirlo, deseó morirse. ¿Cómo podía haberle dicho eso a un hombre que creía haber salvado su vida?

—El jurado sigue deliberando... sobre eso —replicó.

—Lo siento. No debería haber dicho eso.

—No importa... Me gusta... que te enfades conmigo —bromeó él.

—Debería estar agradecida.

—Bueno, cuando esté mejor... dejaré que me pidas perdón... adecuadamente... ¿Qué te parece?

Pau miró sus ojos burlones y gimió por dentro. Era demasiado. Llevaba la conversación por donde quería y ella estaba empezando a pensar que no le importaba.

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