lunes, 21 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 52

—Dígaselo a Pedro. A mí no me habla.

—Ya lo he hecho y me ha dicho que me meta en mis asuntos —el ama de llaves dijo burlona.

—Lo siento, Marga —se disculpó Pau, sintiéndose culpable de que se viera involucrada en sus problemas—. Pedro ha estado trabajando demasiado últimamente.

Marga  la miró con expresión sarcástica.

—Ya. Si han tenido una pelea, sólo tienen que hacer las paces.

—No es tan fácil.

—Nunca lo es. Pero ustedes se quieren, está tan claro como el agua. Eran tan felices que sería una pena dejar que una tonta pelea arruinara su vida.

—Sí, se puede decir que no estamos pasando por un buen momento, así, que, por favor, ¿podríamos cambiar de tema?

Marga abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo, sonó el teléfono. Pau fue al salón a contestar la llamada.

—Hola, Pau —saludó la voz de Ana Alfonso a través del hilo—. ¿Cómo estás tú y cómo está mi nieto?

El sonido de una voz amiga la alegró y se sentó en un sillón cercano sonriendo por primera vez en muchos días.

—Los dos estamos bien —contestó alegremente.

Ana  llamaba cada dos o tres días desde que conoció la buena noticia.

—Pedro estaba preocupado por tus mareos —reveló su madre, sorprendiendo a Pau por completo.

— ¿Ah, sí? —preguntó con un hilo de voz.

—Sí, cariño. Me llamó el otro día para preguntarme si sabía de algo que pudieras tomar.

Pau  no sabía qué decir. Pedro había estado tan frío y distante con ella que era una sorpresa saber que se preocupaba.

—No me ha dicho nada.

—Bueno, ya sabes cómo son los hombres. Unos blandengues, lo que pasa es que no les gusta que se sepa —dijo riendo al otro lado del teléfono.

Desde luego, Pedro  se estaba asegurando de que ella no se enterara, pensó Pau. Hubiera seguido pensando que no le importaba si no hubiera sido por su madre.

Ahora sabía que se preocupaba por ella y su corazón se calentó un poco. Eran esas pequeñas cosas las que mantenían viva su esperanza.

Durante los siguientes minutos las dos mujeres hablaron sobre varios remedios. Sólo entonces Ana recordó la razón de su llamada.

—Llamaba para recordarles la fiesta que organizamos el sábado para Federico e Isabel. No se olviden que prometieron quedarse a pasar unos días.

Pau  lo había olvidado, lo que no la sorprendía, considerando todo lo que estaba pasando. El hermano pequeño de Pedro, Federico, iba a organizar su fiesta de compromiso y habían planeado quedarse unos días para celebrarlo. No podía haber llegado en peor momento, pero sabía que sería imposible cancelar el viaje.

—Estaremos allí, no te preocupes. Seguramente saldremos mañana por la tarde.

—Estupendo, cariño. Estamos deseando verlos. Tengo que colgar, me están llamando por la otra línea. Dale un beso a Pedro de mi parte. Adiós.

Pau colgó el teléfono lentamente. Se imaginaba que Pedro también lo habría olvidado. La fiesta había desaparecido de su mente con los acontecimientos de los últimos días. No podrían librarse, eso desde luego. Tendría que hablar con él. ¿Pero cómo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario