viernes, 11 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 18

Acababa de imaginarse el mundo sin él y era una imagen desoladora. La profundidad de su emoción la hizo temblar. Unos días antes no era más que un nombre, pero ahora significaba tantas cosas que la asustaba.

Los dedos de Pedro apretaron aún más los suyos.

—No lo pienses, cariño. Estoy vivo.

Pau lo miró y vio la fuerza masculina que desprendía, a pesar de estar en la cama de un hospital. Sí, estaba vivo y ella nunca había estado más agradecida.

—Me alegro —musitó ella.

Sabía que no podría controlar mucho más en ese momento, así que cambió de tema.

—No me has dicho si te gusta mi nuevo corte de pelo.

—Te queda muy bien.

—Bueno, gracias. No es decir mucho, pero gracias —dijo sonriendo.

—Siempre a su disposición —entonó él de broma. Su mirada se dirigió hacia su mandíbula.

—Veo que has decidido dejarte barba. Te hace parecer muy... —estuvo a punto de decir sexy, pero se calló. Demasiado tarde. Con una mirada, se dió cuenta de que él sabía lo que estaba pensando.

— ¡Vaya momento para decir eso, cuando no me puedo mover de esta cama! —dijo observándola con curiosidad—. Por cierto, no llevas maquillaje —añadió.

Esa vez Paula no pestañeó, aunque había olvidado que Micaela  no salía nunca a la calle sin maquillarse.

—Pensé que estaría ridícula andando por el hospital pintada como una estrella de cine —inventó ella rápidamente.

Confiaba en que no conociera tanto a Micaela  como para saber que eso era exactamente lo que a ella le gustaría.  Aparentemente era así porque no hizo ningún comentario.

—No sé por qué te molestas en ponerte maquillaje en absoluto. Estás guapísima sin él. ¡Qué ojos!

Pau volvió a contener el aliento, hipnotizada por la forma en que él la miraba.

Cada vez que miraba los de Pedro se daba cuenta de que quería ahogarse en ellos. Olvidarse de todo y simplemente...

— ¡Querido, estás despierto!

La alegre exclamación de Ana Alfonso desde el otro lado de la habitación rompió el hechizo y Pau retrocedió rápidamente cuando su madre se inclinó sobre él para besarlo con cuidado.

— ¡Ay! Te vendría bien un afeitado.

—Una de las enfermeras quería hacerlo, pero yo prefiero que lo haga papá.

Pau se había apartado diplomáticamente de la familia y había vuelto a colocar las flores, pero lo miró cuando dijo eso.

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