domingo, 20 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 44

—Ocho meses, ¿eh? Parece como si hubiéramos estado casados toda la vida.

— ¿Eso es malo o bueno? —preguntó ella un poco nerviosa.

— ¿Tú qué crees? —contestó él sonriendo. Pau respiró aliviada.

—Si no quieres que se queme la cena, lo mejor será que te des prisa —advirtió y, con una sonrisa, Pedro subió corriendo las escaleras.

Cuando volvió a bajar, los platos ya estaban en la mesa. Él sacó la botella de vino de la nevera y Pau observó cómo lo servía, contenta de que se hubiera vestido acorde con el espíritu de la velada, con una camisa blanca de seda, con el cuello desabrochado, y los pantalones del esmoquin.

—Por la esposa más guapa del mundo —brindó él levantando su copa.

—Por el marido más guapo —dijo suavemente ella.

Se miraron a los ojos antes de concentrarse en la cena. Estaban tomando café cuando Pau por fin decidió contarle la verdadera razón de esa celebración.

—Por cierto, tendremos que volver a llamar al decorador —dijo como sin darle importancia.

— ¿Por qué? Creí que habías dicho que la casa estaba perfecta.

Había sido perfecta hasta ese momento, pero ya no.

—No me gusta el color de la habitación pequeña.

Pedro la miró.

— ¿Estamos hablando de la habitación para la que te pasaste un mes entero buscando el exacto tono de verde?

—Culpable, de acuerdo. Lo hice, pero ahora ya no me gusta —dijo poniéndose colorada.

— ¿Y de qué color la quieres pintar ahora? —dijo Pedro pacientemente, lanzando un suspiro.

—Azul o rosa.

— ¿Azul o rosa? Me parece que deberías tomar una decisión antes de llamar al decorador o tendré que llevar un juicio por asesinato —dijo él con sarcasmo.

Pau se encogió de hombros expresivamente.

—Pero es que no lo puedo decidir porque aún no sé lo que va a ser —dijo tranquilamente.

— ¿No sabes lo que va a ser? —contestó él un poco impaciente.

—No, no sé qué va a ser, cariño. No sé si va a ser un niño o una niña.

Aquella vez él entendió y a su cara de sorpresa siguió una expresión de felicidad.

— ¿Quieres decir que vamos a tener un niño?

La sonrisa de Pau le dijo todo lo que quería saber.

—Ven aquí, esposa —ordenó él.

Pau se levantó, rodeó la mesa y se encontró sentada en sus rodillas.

— ¡Bruja! ¿Por qué no me lo has dicho directamente?

Tan cerca, podía ver la sombra de una lágrima en los ojos de Pedro, lo que hizo que las suyas afloraran también.

—No sabía si te iba a gustar o no. Nunca habíamos hablado de los niños.

— ¿Cómo no me iba a gustar? ¡Dios, un niño! ¿Estás segura?

—Me lo han confirmado hoy.

Su mirada era tierna y amorosa.

—Por eso últimamente te quedabas en la cama más tiempo. ¡No me digas que has tenido náuseas por las mañanas y no me he enterado!

Pau sabía que nunca se lo perdonaría a sí mismo si ella hubiera estado enferma y él no hubiera sido capaz de verlo.

—No. No estaba enferma. Sólo tenía náuseas de vez en cuando —dijo tomando su cara entre las manos—. Y lo del decorador era una broma. Si no te importa, lo haré yo misma.

—Con la condición de que me dejes ayudarte.

Pau apoyó la cabeza en su hombro, sobrecogida de felicidad.

— ¿Eres bueno pintando?

Pedro sonrió, apretándola fuertemente contra él.

—No tengo ni idea, pero será divertido comprobarlo. Y ahora, señora Alfonso, ¿le apetece hacer el amor conmigo lenta y largamente?

Ella gimió suavemente, besándolo en el cuello…

—No sé. ¿Eres bueno en eso?

—Si estás embarazada, será porque algo he hecho bien. Vamos a comprobarlo.

Y levantándose con ella en brazos, subió las escaleras hasta el dormitorio.

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