lunes, 7 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 10

—Por lo visto no lo recuerda. Es muy normal. Lo importante es que usted comprenda que una agitación de cualquier tipo no ayuda a su recuperación, todo lo contrario.

—Lo comprendo —asintió Pau—. ¿Qué puedo hacer?

—Es muy sencillo. En este momento, su prometido está dormido, pero cada día tendrá períodos de consciencia más largos. Lo único que pido es que esté usted a su lado cuando se despierte para convencerlo de que está usted viva. Cuanto más la vea, más tranquilo estará. ¿Puede hacer eso?

—Por supuesto. Afortunadamente, no tengo que volver a los Juzgados hasta la semana que viene, porque eso habría sido un problema. Llamaré a la oficina y pediré el día libre —dijo sin dudarlo.

— ¿Eres abogada? —preguntó Ana Alfonso y Pau sonrió con ironía.

—Sí, pero no tan buena como Pedro —admitió y vió la cara de sorpresa de la mujer.

—No entiendo por qué no nos lo ha dicho. Bueno, es igual. Lo más importante es que se ponga bien ¿verdad, querida?

Pau asintió, dándose cuenta entonces de que no tenía ni idea de lo que Micaela le habría contado a Pedro. Tendría que intentar salir adelante como pudiera.

Sonó un busca y la doctora Morales lo sacó del bolsillo.

—Perdonen.

La dejaron hablando por teléfono y volvieron hacia la habitación de Pedro.

—Anoche llamé por teléfono a Federico y a Luciana para decirles que Pedro iba a ponerse bien —dijo Ana tomando a Pau del brazo.

— ¿Federico y Luciana? —preguntó Pau sin saber de quiénes hablaba.

La mujer la miró sorprendida.

—Los hermanos de Pedro. Tiene que haberte hablado de ellos.

Pues claro que Pedrose lo habría contado a su prometida, por eso ella no sabía nada, pensó Pau.

—Ah, sí. Esta mañana mi cabeza no funciona muy bien —dijo intentando disimular.

—No pasa nada, querida. Lo comprendo. Lo has pasado muy mal. Además, tampoco se conocen desde hace mucho tiempo. Se puede decir que esto ha sido un romance relámpago.

La señora Alfonso no sabía cuánta razón tenía, pensó Pau. ¡Ni siquiera sé cuándo nos hemos conocido! ¡Estoy caminando a ciegas por un campo de minas!

— ¿Les sorprendió que fuera tan rápido? —preguntó sabiendo que al menos aquélla era una pregunta segura.

—Un poco. Después de todo, Pedro había venido aquí hacía sólo un mes para llevar un caso como favor a su padre. Horacio era el jefe del bufete hasta que se retiró el año pasado y el cliente era un viejo amigo de la familia. Bueno, como te iba diciendo, cuando Pedro nos llamó poco tiempo después de llegar para decirnos que había conocido a la mujer con la que se iba a casar me quedé un poco sorprendida. Admito que me preocupé, pero ahora que te he conocido, ya no tengo ninguna duda —Ana dijo cálidamente.

Pau pensó que todo se estaba complicando demasiado, pero no se imaginaba qué podía hacer para evitarlo. Se obligó a sí misma a concentrarse en lo que Ana acababa de decir. Si Pedro y Micaela se conocían sólo desde hacía un mes Ana tenía razón, había sido un romance relámpago. Pero mientras Pedro claramente se había enamorado, no se podía decir lo mismo de su hermana. Pedro debió de pensar que había encontrado la felicidad pero, aunque él no lo sabía aún, sólo había encontrado el dolor.

2 comentarios: