domingo, 20 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 43

Por supuesto tenía que contárselo primero a Pedro y ese pensamiento la hizo recordar que tenía que empezar a preparar la cena. Iba a preparar todos los platos favoritos de Pedro y, aunque se quedaría asombrado, no creía que pudiera imaginarse la sorpresa. Cuando todo estaba preparado, la mesa puesta y una botella de vino refrescándose en la nevera, Pau se dispuso a cambiarse de ropa.

Normalmente Pedro llegaba a casa alrededor de las siete y, antes de esa hora, ella ya estaba arreglada. Había elegido para esa noche el vestido favorito de Pedro. Era el vestido negro que se había puesto la noche que habían hecho el amor por primera vez y que tenía connotaciones especiales para los dos. La idea de hacer el amor hizo que se pusiera perfume en alguna zona especial. Quería que todo fuera perfecto.

Pau estaba sacando la carne del horno cuando oyó su coche fuera. Quitándose apresuradamente el mandil que se había puesto sobre el vestido, tomó dos copas de cóctel que había guardado en la nevera y salió a recibirlo.

Pedro no la vió inmediatamente, lo que le dió oportunidad de observarlo a su antojo. Siempre la dejaba sin aliento y se imaginaba que eso ocurriría siempre. Debió hacer algún ruido porque él se volvió y, sonriendo, se dirigió hacia ella.

—Hola, ¿qué te apetece más, una bebida fría o un beso caliente? —bromeó ella invitadora.

Esperaba ver ese brillo familiar en sus ojos y la sonrisa indolente que enviaban escalofríos por su espalda y Pedro no la defraudó.

—Las dos cosas, pero en diferente orden —dijo él dejando el maletín en el suelo.

Pau dejó las copas sobre una mesita y, pasando los brazos alrededor de su cuello, levantó la cara para besarlo. Fue un beso lánguido, erótico y muy, muy caliente y cuando se separaron los dos respiraban con dificultad.

—Creo que necesito una copa —dijo Pau.

—Siempre podemos llevarnos las copas a la cama —sugirió Pedro con una ceja levantada.

Si Pau no hubiera tenido otros planes, habría dicho que sí en un segundo. Pero los tenía, así que negó con la cabeza.

—No. La cena casi está lista. Sólo tienes tiempo para darte una ducha y cambiarte de ropa.

Por primera vez, Pedro se fijó en su vestido y la miró sorprendido. Mirando a su alrededor, se dió cuenta de que el salón estaba casi a oscuras, iluminado solamente por la luz de las velas y su sonrisa desapareció.

— ¿Estamos celebrando algo?

Pau casi podía ver las ruedas de su cerebro dando vueltas, intentando recordar si había olvidado algo y tuvo que contener la risa.

—No te preocupes, no te has olvidado de mi cumpleaños. Hoy hace ocho meses que nos casamos y me pareció buena idea celebrarlo con una cena especial. He hecho todos tus platos favoritos.

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