miércoles, 30 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 75

— ¡Pau, para, no vayas por ahí! —Pedro gritó justo detrás de ella.

Ella intentó volverse y ese movimiento la desequilibró. Dió dos temblorosos pasos hacia atrás intentando recobrarse y en el tercero notó que no había nada bajo sus pies. Horrorizada, se dió cuenta de que estaba al borde de un barranco. Su mirada se cruzó con la de Pedro, tan aterrorizada como la suya mientras corría hacia ella, e intentó echarse hacia adelante. Pero era demasiado tarde. Con un grito desgarrador sintió que caía hacia atrás.

— ¡No!

Oyó el grito de Pedro mientras se golpeaba contra el suelo y caía rodando por una pendiente escondida entre la maleza. Casi no sentía los golpes. El horror la había dejado como insensibilizada, pero cuando se golpeó la cabeza contra algo duro y afilado sintió un fuerte dolor y lanzó un gemido.


Unos segundos más tarde, Pedro estaba a su lado. Llevaba puestos los zapatos pero estaba desnudo de cintura para arriba. Tenía cortes y arañazos por todas partes y estaba completamente pálido. Se acercó a tocarla, pero en el último segundo se paró.

Podía ver sus manos temblorosas y sabía que tenía miedo de tocarla por temor a que estuviera malherida.

— ¡Dios mío!

Pedro se pasó la mano por el pelo y tragó saliva.

— ¿Qué has hecho? ¿Te has roto algo, dónde te duele?

Le dolía todo el cuerpo, pero no creía haberse roto ningún hueso.

—Me duele la cabeza —gimió.

Sabía que se había golpeado contra algo y le extrañaba no haber perdido el conocimiento.

Pedro maldijo en voz baja pero con una violencia que no había escuchado nunca. Con mucho cuidado, tocó su cabeza para comprobar dónde estaba el daño.

—Desde luego, te has dado un buen golpe. Voy a comprobar si hay algún hueso roto. Dime dónde te duele —dijo con voz temblorosa pasando los dedos por los brazos y piernas de Pau.

Se sentó en cuclillas y apretó los dientes.

—No parece que haya nada roto, pero hay que llevarte a un hospital enseguida. No quiero dejarte aquí sola pero tengo que ir a recoger el walkie—talkie.

Pau intentó sonreír.

—No me pasará nada. Te prometo que esta vez no saldré corriendo —añadió bromeando y vió el dolor en los ojos de Pedro.

—Te prometo que volveré.

—Ya sé que lo harás. Confío en tí.

—Empieza a contar, cariño. Volveré antes de que hayas contado hasta cien —dijo después de unos segundos y empezó a subir de nuevo la pendiente.

Pau había contado hasta sesenta cuando sintió un dolor agudo. Intentó girar la cabeza y se hizo daño. Esa vez sintió que todo se volvía negro y no pudo hacer nada para no perder el conocimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario