domingo, 6 de marzo de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 74

Al mirarlo, ella vió que tenía la expresión más seria que había visto nunca.

—Te quiero.

—¡No puede ser! —dijo ella, llorando otra vez.

—Claro que sí, amore. Te quiero. Eres mi corazón, mi vida y sin tí nada importa. No te lo dije porque tenía miedo, miedo de no volver a andar y de no volver a ser un hombre de verdad...

—Incluso paralizado de cuello para abajo el resto de tu vida, siempre serás todo lo que un hombre debe ser para mi —lo interrumpió ella.

Sus ojos se cerraron y tembló. Después, la besó suavemente.

—Cualquier hombre daría su vida por tener este amor, cara. Es tan bello y real, que pensé que no estaría a la altura. Ayer por la mañana me dí cuenta de que estabas sufriendo y que no volvería a permitir que sufrieras así.

Ella consideró que no era el momento de recordarle que traer un hijo al mundo no era exactamente indoloro. Tuvo la sensación de que él hubiera preferido adoptar y ella quería tener sus propios hijos.

Le tomó la cara con las manos y sus ojos brillaron sospechosamente.

—Te quiero con toda mi alma, tesoro. Eres mi alma gemela y agradezco a il buon Dio que apareciera ese ladrón y que ese coche me atropellara. Si no, te habría perdido, el único tesoro real de mi vida.

Su corazón casi se detuvo al escuchar esas palabras.

—No puedes decirlo en serio.

—Sí, y ahora entiendo lo que decía mi madre. Ella sabía que hubiera sido un desgraciado si me hubiera casado con Giuliana y que mi vida será mucho mejor contigo a mi lado.

¿Qué supone un poco de dolor y trabajo cuando lo que se obtiene es el regalo del amor?

Ella no hubiera hablado tan a la ligera de lo que le había pasado.

—Podrías haber tenido todo mi amor sin todo eso.

—Tú me lo habrías dado, sí. Pero yo no estaba listo para recibirlo. No veía tu belleza ni lo importante que eras para mí.

Aunque no estaba de acuerdo con su madre ni con él en que el accidente había sido bueno, no podía negar que se sentía feliz al escucharle decir esas palabras.

—Te quiero.

—Sí. Nunca me cansaré de oírtelo decir, amore.

Se besaron apasionadamente hasta que llegaron a casa, y allí continuaron diciéndoselo y demostrándoselo durante toda la noche.

La bendición de su matrimonio era todo lo que una madre italiana podía desear. Ana no ahorró esfuerzos para que su boda siguiera todos los mandatos de la tradición, incluyendo el vestido blanco de la novia y la mantilla blanca española que Paula se había probado.

Esto le dió tanta autenticidad a la ocasión que Pedro insistió en llevarse a Paula de luna de miel. Cuando llegaron al hotel de lujo en Suiza y estuvieron detrás de la puerta, ella le demostró su amor por él del modo más íntimo posible.

Recordando lo mucho que le gustaba su pelo, se lo soltó y lo utilizó como pincel para pintar esta vez sobre él, como le había enseñado, llevándolo hasta el borde de la pasión y el deseo. Después, tumbados se susurraron palabras de amor en italiano y en inglés.

—Mi bebé está ahí dentro, puedo sentirlo —dijo Pedro, colocando su mano sobre el vientre de ella.

Ella sonrió misteriosamente.

—Yo también lo siento.

—Te quiero, tesoro.

—No más que yo a tí, caro.

Ocho meses después, quedó claro que no se habían equivocado y ella dió a luz mellizos.

Pedro estaba tan convencido de su potencia sexual que pensaba que tanto la inseminación intrauterina como el acto sexual habían dado fruto. ¿Por qué iba a dudar ella de él?

El amor de ella lo había sacado de una muerte en vida, ¿por qué no podía el amor de él fructificar, no una vez sino dos?



FIN

1 comentario:

  1. Hermoso final!!! que linda novela! Nos hizo sufrir hasta lo último!

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