lunes, 21 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 54

En menos de un segundo, Pedro estaba de rodillas ayudándola a levantarse con una repentina expresión de preocupación.

— ¿Te has hecho daño?

Pau abrió la boca para respirar.

—No me ha pasado nada.

Sus miradas se cruzaron y los tormentosos ojos miel la devoraron. Sabía que no estaba equivocada, esa mirada decía que seguía amándola. Podía no querer admitirlo, pero seguía en su mirada. Lo único que tenía que hacer era acercarse un poco y...

Obviamente, Pedro lo había leído en sus ojos, porque se apartó de ella física y mentalmente, ayudándola a levantarse con un despego que partió su corazón.

Cuando la hubo puesto en pie, volvió a colocar el muro entre los dos.

—Antes de que te rompas una pierna, te informo que tengo que entrevistar a un testigo el sábado por la mañana. Es fundamental para el caso en el que estoy trabajando y no puedo arriesgarme a que no quiera testificar. Por eso he sugerido que te vayas mañana y yo tomaré el tren en cuanto pueda.

Una mirada bastó para saber que era cierto. Maldiciéndose a sí misma por haber reaccionado como una tonta, aunque no era sorprendente dadas las circunstancias, Pau dijo:

—Ya veo. Entonces, te dejaré la maleta preparada, ¿no?

—Te lo agradecería.

—No tienes por qué agradecerme nada. Es lo que cualquier mujer normal haría por su marido.

—Nosotros no somos exactamente un matrimonio normal —dijo él secamente—. Y ya que hablamos del tema, espero que no dirás nada a mis padres sobre nuestros problemas.

—Vamos a jugar a la familia felíz, ¿no? ¿Crees que puedes confiar en mí para eso?

—Confío en que sepas qué es lo que más te conviene.

— ¡Maldito seas! ¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero tu dinero? ¡Sólo te quiero a tí! —dijo desesperada. La fría expresión de su rostro le decía que estaba perdiendo el tiempo—. ¿Para qué seguir hablando?

Cansada y derrotada, Pau se dio la vuelta y empezó a subir la escalera.

— ¿Pau? —Pedro la llamó haciendo que se parara y se girara hacia él.

—Estoy cansada, Pedro.

Un cansancio que no era sólo debido a falta de sueño. Estaba dolida y agotada.

—Es sólo un segundo. Quería saber si habías comprado un regalo para Federico.

Pau negó con la cabeza.

—No. ¿Quieres que lo compre o prefieres hacerlo tú?

—Hazlo tú. Confío en tu buen gusto.

Lo dijo con tanta sencillez, como si no lo dudara ni un momento. Cómo hubiera deseado que confiara en su amor por él de esa manera.

—Muy bien.

Siguió subiendo la escalera, cerró la puerta de su dormitorio y cayó sobre la cama. Hubiera deseado llorar, pero el dolor que sentía era demasiado profundo. El futuro parecía horrible. Pedro nunca admitiría que seguía amándola. Había decidido quedarse porque esperaba poder recobrar su confianza y que él la perdonara. Pero, ¿y si no lo hacía?

Era un pensamiento aterrador que no pudo quitarse de la cabeza durante todo el día siguiente, mientras compraba el regalo y conducía hasta la casa de los Alfonso en Maine.

Horacio y Ana tenían una gran casa al borde de un lago. Había sido su casa de verano, pero desde que Horacio se jubiló se había convertido en su residencia permanente. Pau había estado allí varias veces durante los primeros meses de matrimonio, pero era la primera vez que llegaba sola.

Salieron a abrazarla afectuosos, pero se quedaron perplejos al no ver a su hijo.

—Ha tenido que quedarse en la ciudad para ver a un testigo mañana —Pau explicó rápidamente.

— ¿Pero cómo se le ha ocurrido a Pedro dejar que conduzcas sola en tu estado? —preguntó Ana.

—No me importa, de verdad —mintió.

— ¡Pues a mí sí me importa! No me parece bien y pienso decírselo. Debes de estar agotada. Ven dentro y te preparé una taza de té.

Pau sintió deseos de contárselo todo a su suegra, pero Pedro no quería que su familia supiera que pasaba nada, así que no pudo hacerlo. No podía recordar cuándo se había sentido tan desamparada o tan necesitada de consejo sin poder conseguirlo.

Cuando subió a la habitación que solían usar cuando iban a pasar allí unos días descubrió algo que seguramente Pedro había olvidado. La cama. No habían compartido cama desde la visita de Micaela.

Ese pensamiento la llenó de aprensión e impaciencia. En la cama nunca había sido capaz de esconder sus sentimientos por ella. ¿Sería esa la razón por la que ya no dormían juntos, porque no confiaba en que podría mantener la distancia física que su mente pedía?

¿Había encontrado un cincel para romper el muro que él había construido entre los dos? No quería usar el sexo para volver con él, pero podría ser la única manera. Si consiguiera que se fuera a la cama con ella una vez, ¿quién sabe lo que podría pasar?

Era una oportunidad que no podía dejar pasar.

Esa noche durmió poco y, cuando se despertó, la mañana era brillante, luminosa y llena de promesas. Tenía muchas cosas que hacer para mantener la mente ocupada, pero a medida que avanzaba el día miraba el reloj cada vez con más frecuencia. Pedro no llegaba y ya estaba pensando seriamente que podía haberle ocurrido algo cuando sonó el teléfono. Pau estaba hablando con Ana cuando el ama de llaves dijo que la llamaban por teléfono.

—La reunión se ha retrasado, así que llegaré más tarde de lo que esperaba —dijo Pedro secamente al otro lado del hilo.

Se sintió decepcionada, por Federico y por ella misma.

—Pero vas a venir, ¿no?

—No me digas que estás decepcionada —dijo él con sarcasmo.

—Lo estoy. Te echo de menos —confesó y por un momento pensó que la única respuesta sería el silencio.

— ¿Está mi madre ahí? —preguntó él.

—Sí, ¿quieres hablar con ella?

—No. Pensé que debía de haber una explicación para que estuvieras tan cariñosa —respondió Pedro.

Con la madre de Pedro al lado no podía discutir.

—Lo digo de verdad —se vio forzada a decir, sabiendo que no arreglaba nada.

—Llegaré en cuanto pueda. Dile a mis padres y a Fede que lo siento —colgó después de decir esto, dejándola con el teléfono en la mano, sin saber qué hacer.

3 comentarios:

  1. Ya me está hartando este Pedro tan déspota

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  2. Pobre Pau!! Que Pedro deje de hacerse el duro!!!

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  3. Ay! por favor! cuanto más puede estar pedro así? Ni siquiera la escucha, y ella está embarazada, me enferma su actitud!!!

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