domingo, 13 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 27

Pedro  también se cruzó de brazos.

—No intentes cambiar de tema. ¿Tienes idea de qué hora es?

Aunque fuera una frase copiada, qué guapo se ponía cuando se enfadaba. A Pau no le apetecía nada discutir.

—Sé exactamente qué hora es, muchas gracias. Tengo reloj.

—Pues entonces, podrías llegar a tiempo, ¿no? ¿Qué has estado haciendo todo el día?

Se estaba poniendo muy antipático. Sabía que era porque estaba sufriendo, pero eso no lo excusaba. Para ella, no. Iba todos los días, estuviera cansada o no después del trabajo porque quería estar con él, ¡y él tenía la cara de enfadarse sólo porque llegaba un poco tarde! En realidad, bastante tarde, pero eso no era lo importante.

— ¡He estado trabajando, idiota! ¡Así es como me gano la vida!

— ¿Trabajando? ¿A estas horas?

Algo en su forma de decirlo hizo que se parara antes de responder.

— ¿Qué creías que estaba haciendo, Pedro?

— ¡A estas horas, podrías estar haciendo cualquier cosa! —contestó él con las mandíbulas apretadas.

Ella lo miró con asombro.

— ¿Estarás de broma?

— ¿Por qué? ¡Cualquier hombre desearía meterse en tu cama!

—Deja que te diga una cosa, Pedro Alfonso. No soy una buscavidas. No me iría a la cama con cualquier hombre. Y no quiero a ningún hombre más que a tí. Aunque Dios sabrá por qué, cuando tú te imaginas que yo podría hacer una cosa así.

Pedro se quedó quieto y Pau vió fascinada cómo se ruborizaba.

— ¿Quieres decir que estoy equivocado?

— ¡Quiero decir que me dan ganas de pegarte una bofetada!

Pedro dejó escapar un suspiro y empezó a frotarse el cuello con la mano. Cuando volvió a mirarla, su expresión era de arrepentimiento.

—Estás enfadada.

— ¿No me digas? Me parece que tengo derecho, ¿no? He pasado un día de perros en el Juzgado y ahora tú sugieres que...

Pau dejó de hablar cuando vió la sorpresa en su rostro.

— ¿En el Juzgado? —preguntó él.

Pau se dió cuenta de que iba a tener problemas. El tema del trabajo no había salido hasta entonces y, aparentemente, tampoco lo habían mencionado sus padres. Le hubiera contado lo que le hubiera contado Micaela, ella tenía que decir la verdad.

—Claro, soy abogada —anunció conteniendo el aliento a la espera de su reacción.

—Creí que eras una secretaria —dijo Pedro frunciendo el ceño.

A Pau le dió un vuelco el corazón. Había mucha diferencia entre una secretaria y una abogada. ¿Cómo iba a explicar eso? El color desapareció de sus mejillas. Lo único que podía hacer era inventar algo.

—No recuerdo haberte dicho nunca eso —respondió, diciéndole la verdad y esperando que no se diera cuenta del temblor en su voz.

Para su asombro, Pedro se encogió de hombros.

—Y no me lo habías dicho, pero cuando dijiste que trabajabas en una firma de abogados, yo asumí que eras secretaria.

A Pau la molestó que su hermana no sólo se apropiara de su nombre sino de su profesión también. No del todo, porque no hubiera podido hacerse pasar por abogada, pero casi. Sin duda habría pensado que la haría más aceptable a los ojos de Pedro.  Afortunadamente entre la mentira de su hermana y la presunción de Pedro, Pau tenía sitio para maniobrar.

4 comentarios:

  1. Buenísima la maratón. Ayyyyyy, supongo que se acerca el día que Pedro se entere de todo jajaja. Qué bolonqui se va a armar.

    ResponderEliminar
  2. Tan buena la maratón que me quede con ganas de leer más!!

    ResponderEliminar
  3. Tan buena la maratón que me quede con ganas de leer más!!

    ResponderEliminar
  4. Muy buenos capítulos!!! La verdad está al borde de encontrar la luz!

    ResponderEliminar