miércoles, 9 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 13

¿Qué le estaba pasando? Tenía que recuperar el control.  Ensayando su mejor gesto profesional, lo miró fríamente.

—Lo pensaré.

—Yo también lo pensaré —prometió Pedro con una calidez que la hizo temblar.

— ¡Merecerías que te diera una bofetada! —explotó Pau, soltándose ahora que su mano había perdido fuerza.

Caminó hasta los pies de la cama y se quedó allí, respirando con dificultad. Para su incredulidad, le oyó reír.

—Tú no le pegarías a un hombre enfermo... ¿verdad?

Se había dado la vuelta y abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla.

Con los brazos cruzados, lo miró amenazadora.

— ¡No me tientes!

La expresión de los ojos de Pedro pareció robar todo el aire de la habitación.

—Me alegra saber que puedo —contestó con voz ronca.

—Pedro Alfonso, por favor, yo... —no pudo seguir hablando. Por fin, se volvió confusa hacia él y siguió— ¿Qué me estás haciendo?

—Sólo lo que me haces... tú a mí.

Eso no la ayudaba. Caminó arriba y abajo.

— ¡Yo era una mujer sensata y lúcida hasta que entraste en mi vida!

Y si quería seguir siéndolo, Pedro tendría que salir de su vida lo más pronto posible.

—Lo mismo digo —murmuró él.

Pau miró hacia él a tiempo para ver su mueca de dolor. En ese instante, olvidó toda su confusión.

— ¿Qué pasa, te duele? —preguntó preocupada.

—Tengo la boca seca... como un desierto.

—Voy a llamar a la enfermera —dijo apretando el botón.

—Dime... mis padres... ¿han estado aquí? —preguntó Pedro  ya sin sonreír.

Pau, compungida, se dió cuenta de que estaba exhausto.  Automáticamente, retiró el pelo de su frente, y sin darse cuenta, lo siguió acariciando mientras lo observaba.

—Han estado aquí, pero han salido a comer algo. Volverán enseguida.

En ese momento, llegó la enfermera y, cuando terminó de hacer que Pedro estuviera más cómodo, éste ya estaba somnoliento. Unos minutos más tarde, estaba profundamente dormido.

Pau se derrumbó sobre una silla cercana, mirando su perfil. Esas pestañas tan absurdamente largas le hacían parecer un niño vulnerable, pero mientras dormía, su poder sobre ella disminuía y Pau podía volver a pensar.

Lo que quería era reconfortarlo y en lugar de eso habían mantenido una conversación erótica ¡Y lo que era peor, a ella le había encantado! Eso y el hipnótico efecto que ejercía sobre ella formaban una combinación letal y sólo significaba una cosa. Lo de la noche anterior no había sido sólo producto de los nervios. Una sola mirada había bastado para derretirla por dentro, para hacerla una víctima de sus alborotadas emociones.

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