lunes, 14 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 28

—Creí que un abogado no asumía nada sin haberlo probado antes —dijo con la barbilla agresivamente levantada.

—Acepto la corrección, pero declaro que había circunstancias atenuantes —dijo sin separar la mirada de su cara.

Esa mirada podía haber incendiado un bosque y desde luego encendió su sangre. Necesitó todo su aplomo para esconder su reacción.

— ¿Qué circunstancias atenuantes?

Pedro sonrió.

—Que cuando estoy contigo no puedo pensar con claridad.

¡Si él supiera!, pensó Pau con un suspiro ahogado.

—Eso me suena. Y sobre lo de llegar tarde, estaba investigando y se me pasó la hora. Lo siento.

—Eso sí que lo entiendo —dijo mirándola con curiosidad— ¿Y has ganado el caso?

Los ojos de Pau brillaron triunfantes y sonrió abiertamente.

—Por supuesto.

—Nada de falsa modestia, ¿eh?

—Soy muy buena en mi trabajo —dijo levantando la barbilla.

—No lo pongo en duda. ¿Practicas derecho criminal?

Pau negó con la cabeza.

—Derecho civil. Te dejo los titulares a tí —dijo sardónica.

—Lo dices como si yo sólo buscara publicidad —protestó él.

—Desde luego tampoco intentas evitarla. Yo diría que a tu ego le encanta verse en todos los periódicos y televisiones.

Sabía que aquello no era verdad porque si lo fuera habría visto su fotografía innumerables veces. Pero eso no hizo que dejara de meterse con él.

— ¡Mi ego! ¿Qué clase de hombre crees que soy? —preguntó Pedro alarmado.

Pau empezó a reírse y entonces él se dió cuenta de que era una pequeña venganza.

—Touché. ¿Significa eso que me perdonas?

—Significa que me lo pensaré —dijo ella burlona.

En los ojos de Pedro una excitante mirada amenazadora hizo que su corazón diera un vuelco.

—No tardes mucho —advirtió él.

— ¿Por qué? ¿Qué me vas a hacer?

—Puede que cambie de opinión.

— ¿Sobre qué? —preguntó con el corazón en un puño.

—No te lo pienso decir —se evadió Pedro.

La mirada de Pedro estaba en su boca, haciendo que sus labios ardieran como si él los hubiera tocado. En ese momento, se humedeció los labios con la lengua sin darse cuenta y Pedro lanzó un gemido.

El pulso de Pau se aceleró y, de repente, tuvo que tragar saliva antes de hablar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario